María Velasco sabe de sobra meterse en jardines. En este cuento para adultos de empoderamiento feminista y ecologista, nos invita a conocer nuestras propias zonas despobladas. Además, con este texto y dirección, coloca a las espectadoras y espectadores en una posición nada fácil ni de olvidar ni de experimentar desde la butaca, pero de la que se obtiene una gran riqueza a nivel vital, intelectual y social.
Este proyecto de base autoficcional, al principio, presenta pequeños arbustos en el camino, fichas que van viajando de un padre a una madre, pasando en común por una hija, la protagonista, la que hubiera podido ser una virgen María de catálogo, pero que resulta ser la puta del Tinder, sobreviviendo e inmolándose por las noches y corrigiendo su tesis doctoral durante el día. A los ojos de los jueces – nosotres como público, el tribunal universitario, ella misma, la madre de su última pareja… hay donde elegir – cualquier acción parece ser la chispa que haga arder el bosque entero.
Laia Manzanares, magnífica en cualquier trabajo frente a la cámara y sobresaliente cuando se trata de teatro, encarna a un personaje que es un enjambre de temas. Esta protagonista barre cualquier síntoma de machirulismo, paternalismo y desobediencia a la igualdad en un variado inventario de hombres que vamos a reconocer porque alguno habrá intentando ya ensuciarnos la vida, aunque lo único que consiguen es que el feminismo siga creciendo más rápido, de manera más constante y con más seguidores y seguidoras que nunca. Que tengamos más raíces con las que crecer de una manera diferente a la que conocemos.
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