Que a todos los seres humanos nos une algo en común eso está claro: la familia. Todos tenemos una, nos guste o no.
Y aunque podría parecer que la obra pretende bucear en la muerte, en la desaparición, que también, es la familia la clave fundamental sobre la que gira Tan solo el fin del mundo, dirigida con maestría por Israel Elejalde en las Naves del Español.
Louis, el protagonista, una especie de alter ego del autor del texto, el francés Jean-Luc Lagarce, vuelve a casa después de muchos años sin ver ni hablar a su familia. Y lo hace porque acaba de recibir la noticia de su propia muerte, inminente, y cual hijo pródigo regresa a su origen. Su intención: comunicar la noticia. Pero, en realidad, ni siquiera sabe si quiere hacerlo o por qué debería hacerlo.
Y ahí, justo en esa idea, ese no saber, ese verse incapaz o vulnerable ante lo que puedan pensar los demás, Luois se enfrenta a una vida que prácticamente le es ya desconocida. No sabe nada de su madre, tampoco de su hermana pequeña, ni de su hermano, con quien tanto jugó siendo niños. Cuando vuelve, se da cuenta de que la vida que conoció allí, en la casa familiar, es ahora una página en blanco.
¿Busca el amor? ¿La comprensión? ¿Un hombro sobre el que llorar? ¿Acaso busca el perdón por sus años de ausencia? ¿Redimirse? ¿Decir adiós?
Louis no consigue comunicar su noticia, pero intenta mostrarle a su familia, esa gran desconocida, qué ha supuesto para él esa desaparición, que es, a su vez, la misma razón a la que se enfrentará en un futuro cercano y la causa que ha desencadenado esa decisión de volver.
La escenografía para contar esta historia es un lienzo en blanco y negro, que va llenándose poco a poco de historias, de sucesos, de dolor… con varias estancias que representan la casa familiar y que gracias al juego de luces y sombras te hacen entrar en sus vidas desde el inicio. A su vez, se cuelan sonidos y movimientos de puro arte contemporáneo: danza, música, juego de luces, proyecciones, sonidos… que hacen que la obra te haga sentir cada uno de los sentimientos que atraviesan a los protagonistas.
Y esa es otra parte fundamental de Tan solo el fin del mundo: su elenco. Eneko Sagardoy, María Pujalte, Irene Arcos, Raúl Prieto, Gilbert Jackson y Yune Nogueiras brillan de forma espectacular. La capacidad interpretativa es soberbia y general un clima de ansiedad y tensión que hace que desees seguir horas y horas pegado a la butaca viendo y escuchando lo que pasa en las distintas estancias de esa casa familiar.
Todos y cada uno de ellos se lucen de forma conjunta pero, sobre todo, de forma individual. Algunos de sus monólogos son alucinantes y te dejan incluso sin respiración, con una tensión que aumenta hasta el punto de sufrir, temblar y emocionarte con ellos.
Tan solo el fin del mundo va ganando dimensión, tensión y fuerza a medida que se acerca al final; un final apoteósico y espectacular.