Israel Elejalde dirige la conocida obra de Jean-Luc Lagarce, ‘Tan solo el fin del mundo’, que el autor escribió poco después de recibir la noticia de había contraído el VIH. Su protagonista, Louis (Eneko Sagardoy), regresa a la casa familiar después de 12 años ausente para anunciar la noticia de su muerte, pero en esta familia la comprensión o el refugio se antojan imposibles y el hijo pródigo vuelve a partir sin lograr su propósito. Entre tanto, asistimos un reencuentro cargado de demandas, de incertidumbre, de personas que hablan y hablan, pero no dicen nada, en un hogar donde la soledad y la tensión se palpan en escena.
‘Tan solo el fin del mundo’ es un texto complejo, reiterativo y ambiguo, con largos monólogos en los que los personajes parece que dialogasen con alguien más que su interlocutor, sin llegar a comunicarse realmente. Para lograrlo, el director se rodea los magníficos intérpretes Eneko Sagardoy, María Pujalte, Irene Arcos, Raúl Prieto y Yune Nogueiras, quienes hacen suyas las palabras de Lagarce con una verdad y naturalidad abrumadoras, destacando el emotivo final de Raúl Prieto como el hermano Antoine. Además, cuenta con un sexto integrante, el bailarín Gilbert Jackson (sin duda alguna, un acierto), quien simboliza todo lo no dicho gracias la belleza de su movimiento, que bien podría ser la libertad que Louis anhela entre las paredes de su casa, o su miedo ante la muerte que le aguarda. Una cuidada y exquisita puesta en escena, acompañada de visuales y banda sonora originales, realza las palabras de Lagarce y hace que ‘Tan solo el fin del mundo’ sea un montaje que se clava en el alma y que el público tardará en olvidar.