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LA RISA ES PURA MAGIA

Todo va a ir bien, Karim

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Todo va a ir bien, Karim → Teatro Arlequín Gran Vía
20/10/2025 - Teatro Arlequín Gran Vía

Los que tenemos cierta edad recordaremos a un señor muy divertido que dejaba caer una melena rizada bajo su chistera y acababa sus trucos de magia, casi siempre llevados a cabo con cartas de baraja francesa, tarareando una musiquilla triunfal con un violín imaginario. Yo lo recuerdo del Un, dos, tres, pero sobre todo del programa Magia Potagia y del Chantatachán junto a una jovencísima Alaska. Estoy hablando, por supuesto, de Juan Tamariz, un mago que fue de los pioneros, al menos en España y que yo recuerde, en mezclar el humor con la magia, a base sobre todo de vacilarle a los invitados y al público que usaba como sparring para sus trucos. Karim me recordó y me evocó, involuntariamente, por un instante esos momentos de mi infancia frente al televisor soltando carcajadas mientras un as de tréboles aparecía en el bolsillo trasero del pantalón de un chico sentado entre el público. Pero fue sólo un momento, porque este espectáculo se ha ganado por derecho propio el hacerse un hueco en mi memoria.

Pensé que era un monólogo, y en realidad lo era, y muy divertido, primero con reflexiones sobre las gilipolleces que poco a poco se han ido incrustando en la sociedad actual, y después a base de reírse de y con los espectadores que llenábamos el teatro. Cómplices por momentos, víctimas casi siempre, los que ocupábamos las primeras butacas mirábamos hacia otro lado con el deseo de salir indemnes cada vez que Karim señalaba con su mano a la platea en busca de un objetivo humano para sus bromas y chanzas, eso sí, siempre con complicidad y buen rollo. Un descojone, vamos. Y cuando ya pensaba que de eso iba la cosa, de desternillarnos con sus tonterías verbales, de repente, un poco de soslayo, llegó la magia.

Magia de la buena, de la que deja con la boca abierta y los ojos como platos, exclamándole al vecino de butaca ¡cómo coño lo ha hecho! De la que te deja pensando que es imposible, y te hace replantearte tus recelos hacia los espectáculos de ilusionismo. Sólo fueron tres o cuatro trucos, todos aderezados con humor y verborrea, acompasados con risas que seguro que también servían para desviar la atención de los subterfugios y ardides usados por el taumaturgo cómico tarotista. Una genialidad que me alegro haber presenciado. Para quitarse la chistera, pero con cuidado, no se vaya a escapar el conejo.

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