Tanto en teatro como en cine y televisión, Oriol Pla ha demostrado en diversas ocasiones que tiene un talento desbordante para la interpretación. La pregunta ante Travy era si sería capaz de plasmar esta sensibilidad e inteligencia suyas en un montaje personal co-escrito y dirigido por él. Para asegurarse el tiro, el actor ha tenido el acierto de apelar a sus raíces artísticas, incluyendo en el espectáculo a sus padres y su hermana, al más puro estilo circense.
El resultado es una entrañable pieza de clown poético que, igualmente, sirve como homenaje a las familias de artistas como al mundo de las artes escénicas, en general. El montaje da una delicada lección intergeneracional donde tradición y modernidad van de la mano de la honestidad y los sentimientos. Imperfecta dentro de su pureza, el absurdo, el caos creativo y la belleza se combinan entre escenas de una peculiar cotidianidad familiar.
La química entre los cuatro miembros de la familia es, claramente, su punto más fuerte, así como una cierta tristeza existencial que sobrevuela la propuesta al más puro estilo Samuel Beckett. Desde una sencillez magnética, los Pla-Solina consiguen hacerse querer (y mucho) en este viaje hacia ninguna parte que transita por la ingenuidad más ligera y la profundidad más sentimental sin forzar en ningún momento el rumbo.
En definitiva, un bonito experimento hecho con ternura, intuición y generosidad que el espectador recibirá como un regalo de aquellos que llegan al corazón.