El Centro Dramático Nacional despide la temporada en el María Guerrero con un auténtico clásico del siglo XX. Tres sombreros de copa de Miguel Mihura, máximo exponente del teatro del absurdo español. Natalia Menéndez asume el riesgo de representar la vigencia de un clásico de la comedia escénica. En homenaje a su padre, Menéndez confronta con acierto las dos formas de vida que Mihura une en una sola noche como si de un encuentro de ensueño se tratase. El mundo de la bohemia y el burgués chocan y conviven por una noche sin que ninguno de los dos prevalezca.
El día antes de su boda, Dionisio pasa su última noche de soltero en un modesto hotel. Pero justo cuando se mete en la cama y cierra los ojos, su mundo se transforma, y comienza un desfile de numerosos personajes; toda una troupe de artistas que muestran a Dioniso una realidad totalmente opuesta a la del matrimonio convencional. Y precisamente desde la concepción de la realidad soñada, la fantasía y el absurdo desfilan por el escenario, mezclados con la ternura y la inocencia, gracias a un elenco de 18 personajes que dan vida a la atmósfera onírica que conforma todo el suceso escénico concebido como sueño. Un reparto de excepción encabezado por los entrañables Paula y Dionisio, los simbólicos representantes de la farándula con la sensual y pícara Fanny a la cabeza, el Odioso Señor y la Mujer Barbuda, y otros muchos que, lejos de considerarse secundarios determinan el devenir de los acontecimientos y la concepción dramatúrgica de la obra. Mención especial para el personaje de Don Sacramento, interpretado por un inmenso Arturo Querejeta, futuro suegro de Dioniso, representación perfecta de la separación entre la bohemia y la burguesía, la vida y la ensoñación, esto es, del desencuentro interno del joven Dionisio entre sus anhelos y su realidad. Ilusión que se rompe todas y cada una de las veces que los tres sombreros de copa se le caen al suelo.
Una puesta en escena espectacular tanto en imaginación como en realización que brilla por la calidad interpretativa del reparto y el ritmo escénico. La portentosa habitación de hotel se transforma en el espacio de la ilusionante bohemia, y se ve siempre acompañada por un magnífico vestuario, una elección musical y coreográfica digna del hecho teatral y una iluminación que lo envuelve y realza todo.
Tres sombreros copa invita al espectador a sumergirse en un mundo escénico brillante y lleno de matices, creado a partir de un lenguaje inteligente y cuidado, que de forma eficaz y bella convierte una pieza clásica del teatro español en un fascinante viaje de ensueño.