Pequeño (de formato) pero gran musical que no necesita canciones épicas ni grandes orquestas, prácticamente todo cantado. Las historias en la Nueva York de principios de milenio de 4 jóvenes, cuyas vidas se van cruzando, como puntitos de colores en los cuadros de Monet, para acabar formando una preciosa y definida imagen.
Aunque aparentemente pueda parecer que la historia en sí o a algún personaje le falta un punto de fuerza o consistencia no es así. Si prestamos atención en esas vidas cotidianas, en ese buscar, y rechazar, el calor de alguien, está todo. Por eso es fácil identificarte con la situaciones vitales, llenas de simpatía, de los protagonistas. La música y letras de Adam Gwon, más complejas de lo que parece, te van calando con su profundidad que no lo parece a lo que ayuda la precisa dirección de Ferran Guiu.
El nivel interpetativo es brillante. Victor Gómez (La Jaula de las locas) es quien lo tiene más difícil ya que su personaje de enamorado y sensible es el más plano del libreto. Y consigue con creces entrar y proyectarlo, haciéndonos tener ganas de conocer y rodearnos de personas como él. Laura Enrech (Dirty Dancing) tiene uno de los mayores retos, con su Deb que a veces te provoca ganas de que se calle para inmediatamente hacerte sonreir, con una variedad de registros de admirar. Marina Pastor (Hair) hasta ahora, sustituida por Lydia Fairén (Los Miserables) interpretan a Claire, con mochila emocional,dolor y miedos. Finalmente, Warren de Oriol Burés (La jaula de las locas) te gana rápido desde el primer segundo, ingenuo y vulnerable pero a su aire, sin importarle mucho lo que piensen los demás. Interesantes matices que justifican de sobra ver la obra más de una vez.
En resumen: los musicales de pequeño formato, como este, cuando consiguen sustituir los medios por la cercanía emocional, complicidad, proximidad, son joyas.
Y la guinda: la canción «I ll be there» («Aquí estaré», creo recordar) que merecería por sí sola asistir a él una y otra vez. joya.