El tándem formado por Álvaro Tato y Yayo Cáceres sigue funcionando a la perfección. Su unión es siempre garantía de éxito que nos conquista en cada nuevo trabajo que presentan, como este último, al grito pletórico de Vive Molière.
Ningún fallo se le puede sacar a este montaje que dialoga con el público en verso y rescata la emoción de un teatro en el que caben la inteligencia, las carcajadas y el saber estar literario, escénico y musical. Kevin de la Rosa, Juan de Vera, Marta Estal, Laura Ferrer y Mario Portillo son algo así como mosqueteros en pie de guerra para conquistar el buen gusto teatral y la emoción de cada ojo expectante que acudimos a verles. Y vaya si lo consiguen. Mención especial y razonable debilidad tengo por Kevin de la Rosa, quien se convierte en el actor más disfrutón de la pieza gracias a un trabajo más que sorprendente con cada personaje que explora. No son palabras las que lo explicarían sino la vivencia in situ de lo que es capaz de hacer sobre el escenario, ¡bravísimo!
Destreza extrema la que muestra esta obra tanto para hablar del dramaturgo de otra época como para hacerlo llegar a la nuestra. Pocos trucos tan convincentes como la pluma de Tato y la diseccionada dirección de Cáceres para hacernos pasar uno de los momentos más salados y educadores que estamos viviendo esta temporada en las tablas de los teatros madrileños.
Gran fortuna es disfrutar de este montaje. Mejor fama es el sabor que deja. Imperdible ahora y cuantas ocasiones más tengamos de verla.
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