Irene Herrero Miguel se estrena como directora y dramaturga con Vulva, una obra que trasciende de la anécdota para abordar con acierto la sexualidad y la venganza. Lo hace con un texto directo, nada complaciente y muy revelador. Y amparada por muchos recursos que generan un universo asfixiante.
El uso constante de espacios sonoros, de elementos audiovisuales y de la iluminación vertebra con éxito una narración ambiciosa y subversiva. A esta decisión se le suma también la versatilidad del elenco, la multiplicidad de narradores y personajes, y un amplio abanico de atmósferas que recrean los distintos puntos de vista desde donde llega la culpa y el rechazo.
Todo esto se consigue sin descuidar la importancia del lenguaje elegido. La ignorancia y los tabúes beben a veces de la ausencia de palabras o del miedo a nombrarlas. Y es por eso que, frente al dedo acusador, esta obra se escribe con V de Vulva.