Para comenzar, diré que durante el espectáculo pronuncié varias veces «Wah»: «Wah, qué pasada», «Wah, vaya vozarrones», «Wah, qué maravilla de actuaciones y artistazas/os».
Se trata de una experiencia inmersiva que comienza una hora y media antes de la gran actuación. Llegas a Ifema sin saber muy bien qué te espera y entras en una especie de túnel del terror para acabar en una zona que parece prohibida, clandestina, donde sirven comida y bebidas y puedes pasar un rato agradable mientras esperas. Durante ese momento, el público disfruta de diferentes performance.
Pero el gran espectáculo fue una vez nos sentamos en las butacas. Mientras cenábamos disfrutamos de un show de calidad: cantantes y músicos muy talentosos que versionaban en directo canciones de todos los registros musicales posibles: pop, rock, ópera, flamenco… La puesta en escena es fabulosa, el vestuario, peluquería y maquillaje se nota que está muy trabajado y conseguido. Es inevitable levantarse de la butaca: ¡el cuerpo te pide unirte a esa catarsis musical! Me pareció un gran homenaje a la música muy bien ejecutado.
Una vez terminado el gran espectáculo, puedes volver a la zona «clandestina» y seguir la fiesta junto a algunas/os de los artistas.
Vamos, que si me preguntases si merece la pena te diría: «¡Wah! ¡Tienes que ir!».