Cuando en 1957 subía el telón de la primera función de West Side Story no creo que ni sus propios autores fueran conscientes del éxito arrollador que su obra iba tener. De la combinación del escritor del libreto (Arthur Laurents – La soga), el compositor (Leonard Bernstein – Candide, On the town) y del joven letrista Stephen Soundheim nació una de las ¿comedias? musicales más aclamadas y representadas de toda la historia.
La historia ya es conocida por todos, salvo por cuatro despistados. Basada en la shakesperiana Romeo y Julieta, West Side Story cuenta la historia de amor por excelencia: aquella que es imposible pero que lucha por salir adelante. Ambientada en el Nueva York de los años 50, dos bandas rivales, Sharks y Jets, pelean por el gobierno de las calles del West Side. En el medio de las tensiones y las peleas, el amigo del líder de una de las bandas y la hermana del líder rival, se enamoran nada más verse. Si conocen Romeo y Julieta, ya saben qué ocurre después. Si no la conocen, mejor no les desvelo el desenlace.
En los papeles principales de la función a la que asistí estaban Javier Ariano y Talía del Val, los actores titulares de los papeles principales. La combinación de ambos hace nacer una química en escena que embelesa al público. Las melodías de Bernstein cobran vida cuando Talía y Javier abren la boca. Por favor, no rompan la magia; entren al patio de butacas tosidos de casa y con caramelos sin envoltorio.
El resto del elenco les acompaña a la perfección. Qué difícil debe de ser hacer las acrobacias que hacen mientras cantan sin que se note que incluso respiran, como si fueran humanos… Armando Pita me maravilló en un registro en el que no le había disfrutado antes.
Con una elaborada puesta en escena y unas soberbias coreografías magníficamente ejecutadas, West Side Story promete ser uno de los grandes musicales de la temporada en Madrid. Espero que por mucho tiempo.