El joven violinista surcoreano, Aaron Lee, acató el reto de compartir al gran público del Teatro Pavón, -que el próximo 31 de enero cerrará sus puertas definitivamente-, su historia personal recogida en su autobiografía. Un viaje en busca de la libertad, de su propia identidad, marcado, en sus propias palabras, por la música y la religión. El texto lo recita una mujer con una curiosa voz de película Disney que aún así no logra desconectarnos de la fuerza, fiereza, entereza y valentía que se debe reunir para contar los obstáculos de un recorrido tan turbio, mientras Lee al violín y un enorme piano de cola peinan un escenario oscuro y desnudo, íntimo eso sí, maquillado con unas luces verdes eucalipto. Un curioso cierre para un templo dramático como el Pavón, que en un proyecto ambicioso de a penas cuatro años ha hecho temblar a los espectadores con montajes atrevidos, contemporáneos, protagonizados por algunos de los rostros más reconocidos del panorama nacional. Un estreno retrasado por Filomena, que al fin ha podido abrir el telón para dar ese adiós en clave de sol que nos deja un mensaje de esperanza color eucalipto.
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