El texto de Joan Yago nos explica la historia de unos músicos que van de bolos por pueblos en las verbenas de verano y todo lo que los pasa durante los minutos previos de un bolo. Pero esta historia que podría dar mucho de jugo no acaba aquí. Como una cebolla vamos quitando capas y más capas. De una historia de dos músicos pasamos a la historia de una pareja, de una comedia vamos a un melodrama, y así en cada una de las capas que vamos quitando de un lado a otro sin darnos cuenta.
Entre Anna Moliner y Joan Negrié hay química. Y en el escenario se ve, se siente y se transmite al espectador. Además de estar geniales, podemos disfrutar la suave voz de Anna Moliner y la potencia de Joan Negrié en el sus solos.
Las diferentes transiciones que nos presenta la obra se ayuda con una iluminación que va de unos colores cálidos a otros más fríos. Lo mejor de todo es que sucede sin darte cuenta. La selección de las canciones de este viaje es perfecta. Nos transporta a diferentes décadas, además de un cambio vestuario por cada década. Pero no penséis que es un musical.