El miedo tiene muchos rostros, tantos como personas que cargan con el suyo propio. El terror, para mí, tiene menos opciones, porque si te paras a pensarlo casi todas temblamos por lo mismo.
Esta afirmación de terrores comunes la refuerza el hecho de que las leyendas de terror, misterio y sudores que escribió Gustavo Adolfo Bécquer, siguen provocando que tras la lectura mires de reojo a ver quién te observa en la oscuridad.
El Día de los Muertos en la literatura y el teatro
Jugando con la fecha de Todos los Santos, Ignacio García y Pepa Pedroche codirigen la versión de José Ramón Fernández que une en escena El monte de las ánimas y otros relatos del escritor sevillano, incluido fragmentos de El estudiante de Salamanca.
Quienes nos invitan a sentarnos juntos a ellos para tiritar acompañados es un elenco formado por Alba Recondo, Javier Godino, Lucía Esteso y Pablo Béjar. Estos cuatro nombres se encargan de hacernos jugar en la delgada línea de la fantasía y la realidad, la ficción y el recuerdo colectivo.
Las leyendas son trocitos de vidas que se inventan, temen, reconstruyen y olvidan con el pasar de los años y las voces. A falta de ciencia que explicara los porqués que se escapaban a la razón, la superstición ocupaba el vacío que el cerebro necesita llenar.

El elenco está formado por Alba Recondo, Javier Godino, Lucía Esteso y Pablo Béjar
La muerte como luz y sombra
La escenografía de esta propuesta teatral nos invita a acurrucarnos para dar calidez a un ambiente oscuro y turbio, el mismo que debe abrazar las noches del monte de Soria, donde Bécquer ambientaba muchas de sus leyendas, y donde estos personajes se reúnen a desempolvar aquellas historias que palpitan en los pueblos, de boca en boca, acumulando el miedo de distintas generaciones.
El halo tenebroso y gélido que envuelve el escenario recuerda, por contraste, la luz que tiñe la misma festividad al otro lado del océano.
Nuestros románticos repitieron por escrito la tendencia patria de llorar a los muertos, temerlos y ser nosotros quienes visitamos sus tumbas, alejadas siempre del calor hogareño. En la cultura mexicana, que tiene su colorido altar en la entrada del teatro, la forma de entender la muerte es como una celebración de vida, con comida, flores, e invitando a la persona fallecida a visitar la casa y su gente una noche más.
Dos maneras de mirar un mismo e inevitable final.

El halo tenebroso y gélido del escenario recuerda, por contraste, la luz que tiñe la misma festividad al otro lado del océano.
El escalofrío compartido para sanar el miedo
En el escenario del Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, los personajes de El monte de las ánimas devuelven la mirada a muertos que se levantan y supersticiones que esconden emociones atemporales muy humanas.
Narrar, poner encima de la mesa el miedo, compartir el terror, ayuda a que tiembles menos.
Desde el 1 de noviembre hasta el 8 de diciembre podéis acercaros a ver este espectáculo que nos devuelve a los miedos comunes, a los miedos añejos.
El monte de las ánimas es la demostración de que los clásicos que nos obligaban a leer en el colegio son obras modernas que disfrutar y revisitar en la edad adulta, por el puro placer de sentir de nuevo el viejo escalofrío.
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