La Sala Lola Membrives del Teatro Lara está hasta la bandera. En pijama, una alegre e inocente Tere, interpretada por Alba Fontecha, pasea entre los espectadores, que terminan de acomodarse en sus asientos, haciéndose selfies con algunos afortunados. Tere es un proyecto de influencer al más puro estilo Dulceida y una de las cuatro protagonistas de Capullos que vuelan, una comedia que vuelve a la capital tras varias temporadas cosechando éxitos.
Teatro Madrid ha tenido la suerte de presenciar el regreso de esta historia al Teatro Lara, un regreso por todo lo alto con sala llena y un público entregado y dispuesto a reír y llorar las aventuras de los cuatro jóvenes que la protagonizan. Capullos que vuelan es un montaje escrito y dirigido por Lluis Mosquera. En esta pieza Mosquera se asoma a la mirilla del piso que comparten Tere, Rut e Iñaki en Madrid para mostrarnos, con un estilo fresco y desenfadado, los primeros pasos de este grupo de jóvenes, que comienzan a experimentar la vida adulta.
Pau, el cuarto personaje, es aquel amigo que todos tenemos que se fue fuera de España a buscarse la vida y parece que, al final, ha conseguido cumplir su sueño y ha publicado un libro en Grecia. La historia arranca el día que Pau se presenta sin previo aviso en el salón de los chicos para dar la vuelta a sus vidas. Pau intenta evitar por todos los medios que sus amigos se rindan y echen a perder su vida y sus ilusiones. Los jóvenes, como tantos en nuestro país, se ganan la vida con trabajos precarios para los que están claramente sobrecualificados y que no tienen nada que ver con lo que realmente le motiva.
El elenco defiende esta historia sencilla y fresca con honestidad y sin mayor pretensión que la de hacernos pasar un buen rato. ¿Los aciertos? La pieza te interpela y te obliga a cuestionarte si tu mismo estás en el lugar en el que realmente quieres estar. Para ello no tiene reparos en tirar de nostalgia y busca la complicidad con los espectadores milennial a través de múltiples referencias pop. Todo un regalo para los treintañeros que se criaron en los años 90. La banda sonora, a modo de playlist de Spotify, articula la historia de forma dinámica en un equilibrio perfecto entre nostalgia y ganas de una buena fiesta.
Irene Herrero Miguel / @ireneherreromi