‘El Hueco’, un espacio para reír y buscarnos en los Teatros Luchana

Irene Herrero

Guillermo Amaya escribe y dirige la comedia absurda El Hueco, que se puede disfrutar los viernes de febrero en los Teatros Luchana. Esta obra, protagonizada por las actrices Raquel Pardos y Raquel Salamanca, que son también el alma de la compañía La Vehemencia, aterriza en los Luchana tras su exitoso estreno en la Sala Nueve Norte en noviembre de 2021. En Teatro Madrid hablamos con el elenco sobre los retos de esta propuesta y las dificultades de sacar adelante un proyecto en medio de la pandemia.

Entrevista a Raquel Pardos y Raquel Salamanca

Para ponernos un poco en contexto, ¿qué es ‘El hueco?

Raquel Pardos: Uhm… yo diría que es el espacio de la búsqueda de una identidad, el espacio que nos damos para buscar nuestra propia identidad.

Raquel Salamanca: El hueco habla de ese espacio entre pensamientos y sentimientos. Es el espacio en el que el ruido de la mente se disipa y donde está la realidad del ser. Suena un poco metafísico, pero trabajamos en un código de teatro del absurdo que es muy asequible. La gente lo entiende muy fácilmente y se siente identificada porque todos, de alguna manera, utilizamos máscaras alguna vez. Es una lucha por reafirmar la identidad a través de la otra y en ese hueco en el que estamos las dos caben los miedos, las relaciones de poder, el status, la intimidad, el asco, todas esas sensaciones que muchas veces no sabemos nombrar.

R.P.: Sí, son todas esas voces que uno tiene a lo largo del día concentradas en un espacio físico, que podría ser un rincón de tu habitación, o en este caso, un hueco dentro de la oficina. Es un espacio temporal y mental que llevamos al teatro como espacio físico. 

¿Cómo surge ese proyecto? ¿Cómo llega a vosotras o cómo llegáis vosotras a él? 

R.P.: Comenzó con la lectura de este texto hace ya tres o cuatro años. Nos lo pasó Guillermo Amaya, director y autor de la obra, con el que ya habíamos trabajado. Él, así como quien no quiere la cosa, nos lanza ese texto que tenía en el cajón. Raquel y yo lo leemos y nos surge el gusanillo de: «Oye, ¿y por qué no?». Y llega principios de 2020 y nos metemos en faena. Tenemos una reunión de equipo los tres, previa a la pandemia, y entonces nos lanzamos un poco kamikazes a hacer la producción. Conseguimos fecha de estreno, pero un 14 de marzo de 2020 el Presidente del Gobierno nos confina y entonces se congela todo.

«Durante el confinamiento teníamos un hueco al día para ensayar esta obra mientras el mundo se iba a tomar viento.»

R.S.: Claro, llega el Apocalipsis… (se ríen).

R.P.: Y nosotras, que ya habíamos empezado a ensayar, usamos el hueco para hacer un ensayo diario y de trabajo actoral vía Skype, de tres a cuatro. Durante el confinamiento teníamos un hueco al día para ensayar esta obra mientras el mundo se iba a tomar viento (se ríe).

R.S.: Nos buscábamos a través de la cámara la una a la otra. Para mí «El hueco» durante el confinamiento fue como una entrada de oxígeno, una tabla de salvamento. Algo para decir: «Vale, pero tengo esto», ese aliciente artístico, ese seguir buscando, hilando fino, ese ejercicio de perfeccionar.

R.P.: Al no tener el objetivo de estrenar… En ese momento no sabíamos lo que estaba pasando. Bueno, ni tú, ni yo, ni nadie, pero al no tener una fecha de estreno, el único propósito era experimentar, ir a lo mejor posible y en cada ensayo, pues intentábamos hilar lo más fino que podíamos las dos. Es la obra que más me ha costado estudiar, es un texto muy divertido, pero muy complejo de estudiar.

Imagen de 'El hueco' de Guillermo Amaya

Hablando precisamente del confinamiento, «El Hueco» es una obra que habla de dos mujeres encerradas, después de haber pasado tantos meses de encierro, ¿cómo se resignifica todo desde aquellas lecturas previas a la pandemia? Imagino que no se recibe igual ni por vuestra parte ni por parte del público. ¿Cómo los trabajáis después de lo que hemos pasado?

R.P.: De hecho nos han pasado varias cosas. Una, que la gente empatiza muchísimo porque durante el confinamiento todo el mundo tuvo tiempo obligado a darse ese hueco mental y estar consigo mismo y con sus propios pensamientos. Y bueno, al estar las dos actrices en un espacio tan reducido, sin mascarilla, a la gente le daba un poco de paranoia, pensaban «se están respirando la una a la otra» (se ríe). Todo se sobredimensiona. Por un lado la línea de pensamiento y por el otro vernos físicamente en un ambiente tan claustrofóbico.

El trabajo del actor tiene mucho que ver con el espacio, es una dimensión que hay que tener en cuenta ¿cómo se trabaja cuando falta espacio? Construir el personaje desde el encierro, ¿es una limitación o es una oportunidad?

R.S.: Pues yo creo que el espacio es un personaje más. En este caso es un agente más de la obra. Como en cualquier obra de teatro del absurdo, el espacio cobra una dimensión que es muy importante, es casi vital. Por ejemplo, para llevar la obra a los Teatros Luchana, hemos tenido que hacer modificaciones en la escenografía y eso modifica sustancialmente la obra, pero también es muy interesante cómo habita ese espacio. Entonces, más que una dificultad, ha sido un regalo, tanto un espacio como otro porque es un personaje más. Es Godot. 

R.P.: Sí, por un tema de producción, en los Teatros Luchana nos pidieron que la escenografía fuera mínima. ¿Qué es lo que pasa? Que al no tener una estructura tan firme, el espacio lo tenemos que crear. Nosotras veníamos de un molde, de un ascensor en el cual era muy fácil trabajar el encierro porque, de verdad, estábamos encerradas. Ahora, al tener que dibujar con nuestro cuerpo que estamos encerradas, cuando sólo hay una silueta visual para el espectador, está siendo un retazo. Como es un tercer personaje, es como si te cambian de compi, hay que conocer al compi nuevo. 

¿Cómo son vuestros personajes? ¿Quiénes son Gema y Asun?

R.S.: Pues yo creo que una de las cosas que a mí más me ha llamado la atención de las últimas funciones es la gente que cuestiona la existencia de mi personaje. Mucha gente sale de la obra diciendo: «Pero, ¿realmente existe o es una una invención de la propia Gema? ¿Quién es más real que la otra?» Me parece interesante que se debata sobre la existencia de una y de otra porque de eso habla la obra, de cuando se es más real.

R.P.: A mí lo que me mola también es que todo el mundo se identifica con facetas de las dos. Son dos contraposiciones, los dos lados de la moneda, entonces todo el público conecta con momentos de un personaje y momentos de otro.

Imagen de 'El hueco' de Guillermo Amaya

¿Y qué tienen de vosotras los personajes? ¿O qué os gustaría tener a vosotras de ellos?

R.P.: ¡Uf! No, no, a mí nada (se ríen). A mí nada. Y el problema es que tengo mucho. El personaje de Gema es los prejuicios hechos mujer. Claro que tiene mucho de Raquel Pardos, porque vivimos en una sociedad patriarcal, capitalista… Venimos de lo que venimos y ella tiene todo eso potenciado al máximo. Si me sirve algo de Gema a nivel personal, es, precisamente, para aflorar en mí esos prejuicios y hacerlos evidentes, curarlos y quitármelos.

R.S.: O aceptarlos, ¿no? También se puede decir, pues mira, esto forma parte de mí y ya está. Yo no sé qué tengo de Asun…

R.P.: Bueno, es que son las dos caras de la moneda: una son los prejuicios y la otra es el descaro y la pureza. Entonces, se hacen en espejo un personaje con otro. Por eso digo que el público se identifica con las dos porque evidentemente somos iguales, somos seres que tenemos luces y sombras y, en un momento dado, podemos criticar algo que nosotros mismas hacemos en otro momento.

R.S.: Y luego me pasa que siento que hay muchas capas, muchas. En una primera lectura, una primera función, se pueden ver cosas, pero según cómo sucede la función o cómo mi compañera recibe mi texto y me da su texto, de repente, encuentras otra faceta y eso me parece maravilloso.

Decís que «El Hueco» es una comedia absurda, ¿qué papel juega el humor en la propuesta?

R.P.: Para mí el humor simboliza el respeto que se tienen la una a la otra. De lo que la gente se ríe es de esos momentos tan incómodos que la una vive con la otra, tan íntimos y tan incómodos. Sí, de repente, las dos no tuviesen respeto la una con la otra, pues probablemente llegarían a las manos y pasaría de todo. Entonces ya no sería cómico, sería algo muy trágico.

R.S.: Y para mí el humor surge de esa intimidad. Es lo que surge de todo lo que no nos gusta, de lo escatológico, lo feo, lo gracioso, lo morboso… De lo que no puede surgir en público y surge en privado. El humor viene de ahí, viene de la incomodidad, es una risa inquieta.

«Creo que estamos en un momento socialmente convulso e importante, un buen momento para abrir un hueco y pensar.»

Contáis la historia de dos mujeres en busca de su identidad, que se conocen, que se encuentran en ese hueco,¿con qué os quedáis de este proyecto para vosotras? 

R.S.: A mí me ha dejado dándole vueltas al concepto de la espera, la espera teatral, la espera en la vida, la espera como algo casi metafísico, porque me parece que es algo muy importante. Volví a Beckett hace no mucho porque hay una frase del texto que me remueve mucho y que está literal en ‘Esperando a Godot’: «No se puede hacer nada», «Bueno, siempre se puede esperar».

R.P.: A mí me lleva a abrazar y a aceptar esos prejuicios, esas sombras, esas nieblas que todos tenemos. De hecho es que el personaje de Asun te invita a rebuscar en la mierda y dice «cuando encuentras la mierda es más fácil acabar con ella, porque sabes por qué se ha producido y por qué está ahí». Este es un momento en el que la gente se ríe mucho pero si tú lo llevas a un plano personal… Ojo, la mierda física pasa también a ser la mierda de cada uno y nuestras pequeñas taritas o fantasmas. A nivel actoral, la obra ha supuesto la constante necesidad de practicar la escucha. No es una obra que puedes dar por hecho o estar en piloto automático. Evidentemente es la muerte para cualquier obra, pero es que esta, en especial, es un ejercicio actoral súper exigente a nivel mental y físico, las dos salimos después como si fuese un ring de boxeo. 

Imagen de 'El hueco' de Guillermo Amaya

Esta es la primera producción de vuestra compañía La Vehemencia, aunque ya habéis estrenado más cosas… ¿Qué viene ahora? ¿Qué planes tenéis?

R.P.: Pues lo siguiente que queremos hacer es trabajar con una dramaturgia hecha por una mujer y dirigido por una mujer. Tanto ‘Pildoritas‘ como ‘El Hueco’ son historias con protagonistas femeninas, pero siempre hay una óptica masculina detrás y, si bien, las dos actrices estamos comprometidas con el tiempo en el que vivimos, también queremos dar ese espacio a la producción de una autora y de una directora que tenga algo que decir y que vaya acorde con nosotras. Además, somos dos actrices que cantamos, que bailamos… y nos gustaría seguir apostando por ello. 

Y, por último, para despedirnos, ¿qué le diríais a la gente que todavía no ha ido a veros a los Teatros Luchana? 

R.P.: Que se atreva a sentirse incómodo con nosotras (se ríen). No sé si eso es un buen reclamo… Que se atreva a encontrarse. 

R.S.: Que es una obra diferente, que no es una obra que te va a dejar indiferente, te va a plantear preguntas, te va a hacer reír y es un buen momento también para venir a ver una obra como ‘El Hueco». Lejos de ser el momento en el que surgió el teatro del absurdo, hay mucho de absurdo en la vida, mucho para cuestionarse. Creo que estamos en un momento socialmente convulso e importante, un buen momento para abrir un hueco y pensar.

Irene Herrero Miguel / @ireneherreromi

Escrito por
Irene Herrero

Soy periodista, aunque me dedico también al marketing y la comunicación cultural. En los últimos me he atrevido a dar el paso hacia la dramaturgia y la dirección escénica y creo que ha sido amor a primera vista.

Creo en el poder transformador de las historias y nunca salgo de casa sin mi cuaderno.

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