Según la RAE, el tiempo es una magnitud física que nos permite ordenar la secuencia de los sucesos. Y la compañía Pont Flotant ha querido establecer, haciendo honor a su nombre, un puente flotante entre distintos acontecimientos en Eclipse Total. El pasado, presente y futuro se desdibujan mientras una esfera se mueve paulatinamente en escena facilitándonos nuevas perspectivas. Una esfera que acompaña y no entorpece porque la maestría interpretativa de Àlex Cantó y Jesús Muñoz nos atrapa irremediablemente.
Un puente flotante que conecta con el público, interpelándole mientras se siguen desarrollando en escena los acontecimientos. ¿En cuántas casas has vivido? ¿Cuántas parejas has tenido? Los ojos miran al frente pero los cinco sentidos van más allá porque es inevitable reflexionar sobre nuestra propia existencia. El olor de tu madre, el gusto de esa receta de tu abuela que nunca pudiste replicar, los pliegues de la mano de tu abuelo, su tono de voz único en el mundo. Y así, Pont Flotant establece el puente más importante, el que conecta a los artistas con el público. A través de ese petit comité en el que se convierte la Sala Mirador durante escasos 80 minutos suceden escenas minimalistas en su forma y arraigadas en su fondo. Su buen hacer en escena nos lleva a la esencia de situaciones cotidianas que palpitan y resuenan en nosotros haciéndonos formar parte de un todo que va más allá.
Nos cautivan, nos sirven en bandeja retazos de la familia que fuimos, la que somos, la que pudimos ser, la que quizá seremos. Es un espejo social en el que de alguna forma nos vemos reflejados con extrema ternura.
Ojalá esta obra fuera un espectáculo permanente en un teatro y no durara tan poquito en Madrid. Ojalá fuera un recurrente en fechas especiales y pudiéramos celebrarlo cada año al igual que los mexicanos cuando visitan el altar en el Día de los muertos, ahí dejo la idea por si alguien la recoge.
Mientras tanto, gracias Àlex y Jesús por este viaje en el tiempo.
