EN LOS TEATROS LUCHANA HASTA EL 16 DE JUNIO

Sandra Marchena: «Faltan referentes diferentes»

Hablamos con Sandra Marchena, que presenta 'Catártica' un viaje introspectivo en el que el público empatiza con la protagonista y se convierte en su compañero de fatigas y alegrías.

Emma Álvarez

La catarsis es una purga, una purificación. Como en las manchas de la ropa, hay algunas impurezas que salen fácilmente, otras por mucho que las frotes quedan ahí, con suerte con un cerco que no destaque mucho. Sandra Marchena es una persona valiente y ha hecho de los obstáculos de su vida un espectáculo. Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra pero esta mujer, que se equivoca como tú o como yo, lo hace con humor. Está en los Teatros Luchana hasta el 16 de junio con su espectáculo Catártica, hoy descubrimos qué hay detrás de esta actriz, monologuista y directora que escribe, dirige y se autodirige.

Qué difícil esto de dirigir y autodirigirse ¿no?

Pues mira, como hice tanto tiempo monólogos, aunque es muy difícil, me gusta. Yo creo que es más difícil coproducir, dirigir todo el espectáculo que no tanto a ti. Pero sí, sí que es difícil porque estás más pendiente del otro y te quedas con los restos quizá y como hay tantas cosas que hacer a nivel de producción, pues no estudias tanto como quisieras, pero bueno, me va la marcha supongo.

Has estado trabajando 17 años de monologuista, empezaste cuando no había casi mujeres en este ámbito ¿Cómo lo viviste tú?

Bueno, fue una época muy chula porque escribí rápido bastantes monólogos, muy bien guiada por Ricardo Castella, Juan Diego Martín de Paramount Comedy que son compañeros muy majos. Yo no era tan consciente, sí que me reía de los chicos pero era como una visión del machismo más naif. Ahora que tengo una posición feminista más firme, me parecería fatal que hubieran tan poquitas mujeres. Curiosamente, yo era como una beneficiada porque habría discriminación positiva o les gustaría, les encajaría o lo que fuera,… tuve mucha suerte y me lo curré, pero había muy poquitas mujeres, es cierto. Y ahora creo que me daría más cuenta de que eso era negativo.

Hay este prejuicio de que las mujeres somos muy competitivas entre nosotras pero hay un sistema de colaboración entre nosotras, que es mucho más productivo.

Sí, y además había más competitividad porque hay menos trabajo para las mujeres, no nos olvidemos de eso. Y, a ver, eso es un titular con pinzas, o sea, durante décadas y siglos habéis dado caña a las mujeres y encima no tienen que tener competitividad, ser majas,.. bueno, lo que dice la película Barbie. Ahí hay tela que cortar.

Hemos avanzado mucho pero queda todavía mucho camino por recorrer.

Sí, y yo creo que la clave es trabajar con gente que te trate bien y que en los proyectos cuides que también haya mujeres en puestos importantes. Por ejemplo, Ella Hickson es una dramaturga inglesa que me encanta, cuida mucho eso, que lo que predican sus obras también esté en sus montajes en la parte de atrás.

¿Y tú, cómo lo predicas en Catártica?

Pues, por ejemplo, está Ángela Baturone, que es la actriz, una responsable de redes que también es mujer, otra amiga mía que me ayuda en todos mis montajes, y en este montaje hay menos mujeres de lo que me gustaría, en el próximo habrá más.

Cuando te formas como actriz no hay esa formación a priori en las escuelas de interpretación para ser monologuista, ¿cómo empiezas a crear tus propios textos?

Bueno, en la escuela donde me formé con el método Lecoq no escribíamos con lápiz o con ordenador, pero sí que montábamos escenas de 10 minutos cada semana. Entonces, era una forma de crear el material, el dramatúrgico, aunque no lo escribieras. Yo escribo desde pequeña muchas reflexiones y ya en Madrid como no tenía compañía de teatro, empecé a hacer un monólogo, el primero lo hice en la Catarsis del tomatazo, y solo me tiraron dos tomates. Y ese vídeo lo lleve a Paramount Comedy.

¿Eres una persona positiva?

Bueno, tengo mis momentos.

«Me gustaría hacer de femme fatale»

Tu espectáculo, que se basa en tu propia historia, lo haces en tono de humor. ¿Es reconfortante aprender y sacar la parte divertida de los baches?

A lo mejor en otro momento vital necesito escribir drama, pero aún no me ha pasado. En las funciones estoy más conectada cuando el personaje de mi amiga me traiciona, o por ejemplo, lo mal que lo pasa al personaje cuando está en paro. Creo que me tengo que ir apretando para sacar cosas dramáticas, pero el conjunto de esta obra es cómico, sí.

Hablábamos de tu etapa como monologista, luego empezaste a hacer televisión, cine, diriges algunos cortos y, de repente, en el 2015, te llega un papel, Rosina, que cambia tu trayectoria profesional.

Sí, la verdad es que estuve ahí seis años y cuatro meses desde el principio, desde el primer día al último.

1483 episodios en Acacias 38.

Sí, fue un cambio vital enorme, aplastante. Creo que tengo mucha facilidad para aprenderme los textos y para estar conectada en el momento. Es una escuela increíble pero también se pasa mucho estrés.

Porque es un rodaje diario.

A veces no te toca ir, pero vas casi cada día y son muchas horas durante muchos años.

Esa constancia que a veces falta en el sector.

Sí, gracias a los ahorros de Acacias 38 he podido montar dos obras y un corto. Estoy muy agradecida. Es verdad que también se me resintió la salud, por el estrés.

¿Qué se ha quedado de Rosina en ti?

Creo que me dio más carácter. Lo que pasa es que el personaje saca más sus celos, su envidia, me lo pasaba genial. En la vida yo soy más comedida.

¿Qué personaje de mala malísima te encantaría hacer?

Hay una serie que he visto hace poco donde la mala está y pienso: qué divertido. Me gustaría hacer de femme fatale.

¿Porque es muy diferente a ti?

Por dentro yo creo que tenemos de todo. A lo mejor no tienes porqué haber vivido según qué cosa. Para escribir por ejemplo, tienes que ser muy libre, no puedes cortarte, porque a veces nos cortamos pensando. Eso me lo enseñó María Velasco en un curso que hice con ella que era muy interesante sobre la transexualidad o los distintos géneros. Me di cuenta de lo pequeña que tengo la mente.

«Educar en la diferencia es la clave»

Trabajar tantos personajes ayuda a empatizar y conocer otros puntos de vista, entonces.

Claro, y te das cuenta de la poca variedad que hay en la televisión. Faltan referentes diferentes.

En tu obra, por ejemplo, dices que hay una falta de papeles para mujeres de 40 a 60 años.

Pues sí, pues sí.

¿Por qué crees que ocurre esto?

Bueno, en gran medida, los que eligen qué proyectos hacer y qué personajes van a salir en esos proyectos son hombres. Muchos de ellos señoros. Entonces, ahí tienes la gran explicación, yo creo. O señoras que quieren parecerse a los señoros en esas decisiones. Por suerte hay otras personas que no.

Tú has estudiado también educación social ¿qué reto crees que tenemos como sociedad?

Pienso que en las escuelas se debería tratar la solidaridad, la autoconfianza desde pequeños, venerar la educación, la historia, la verdadera historia, la memoria histórica, el ayudar al otro, el también ser competitivo, pero de una forma sana, el sacar lo mejor de cada una y de cada uno. Educarnos en la diferencia. Yo creo que hay bastantes cosas que están todavía por hacer, por lograrse. Educar en la diferencia es la clave. Yo no tengo las respuestas, ojalá. Pero bueno, tenemos que buscar las preguntas.

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Escrito por
Emma Álvarez

Redactora Jefa de Teatro Madrid. Estudié Ciencias de la Información en la Complutense e interpretación con la técnica Meisner y Lecoq, donde descubrí la importancia de la escucha y el potencial del cuerpo.

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