Arthur Honegger: Juana de Arco en la hoguera

Arthur Honegger: Juana de Arco en la hoguera

Juana de Arco en la hoguera es un oratorio dramático en 11 escenas con música de Arthur Honegger y libreto de Paul Claudel.

La obra está precedida de un prólogo La doncella bienaventurada de Claude Debussy, una cantata sobre el poema La doncella bienaventurada de Dante Gabriel Rossetti.

Sinopsis

La adoración de la dama celestial y la turba fanática prendiendo en la hoguera a una mujer acusada de brujería constituyen los extremos de la representación medieval de lo femenino que unifica este estimulante programa doble. No escasean las conexiones entre ambas obras, pues aún cuando las dos reniegan del título de «ópera» –estamos ante una cantata simbolista en el caso de Debussy y de un oratorio dramático en el de Honegger–, fueron compuestas teniendo a Wagner en mente. Por un lado, un joven Debussy capaz de tocar al piano de memoria Tristan und Isolde, antes de renegar del hechizo del «viejo mago» en Pelléas et Mélisande. Por otro, un Honegger en la cúspide de su carrera, fascinado –a la vez que su libretista Paul Claudel– por el concepto wagneriano de «obra de arte total», pero dispuesto a alcanzarlo con unos mimbres totalmente nuevos.

Con duraciones y registros dramáticos y musicales contrapuestos y perfectamente complementarios, La damoiselle élue resplandece como una vidriera de Fra Angelico, mientras el colorido modal, los agregados politonales y el timbre fantasmagórico de las ondas Martenot de Jeanne d’Arc au bûcher parecen reflejar su luz en los muros de piedra.

Idioma:
Francés
Sinopsis

La adoración de la dama celestial y la turba fanática prendiendo en la hoguera a una mujer acusada de brujería constituyen los extremos de la representación medieval de lo femenino que unifica este estimulante programa doble. No escasean las conexiones entre ambas obras, pues aún cuando las dos reniegan del título de «ópera» –estamos ante una cantata simbolista en el caso de Debussy y de un oratorio dramático en el de Honegger–, fueron compuestas teniendo a Wagner en mente. Por un lado, un joven Debussy capaz de tocar al piano de memoria Tristan und Isolde, antes de renegar del hechizo del «viejo mago» en Pelléas et Mélisande. Por otro, un Honegger en la cúspide de su carrera, fascinado –a la vez que su libretista Paul Claudel– por el concepto wagneriano de «obra de arte total», pero dispuesto a alcanzarlo con unos mimbres totalmente nuevos.

Con duraciones y registros dramáticos y musicales contrapuestos y perfectamente complementarios, La damoiselle élue resplandece como una vidriera de Fra Angelico, mientras el colorido modal, los agregados politonales y el timbre fantasmagórico de las ondas Martenot de Jeanne d’Arc au bûcher parecen reflejar su luz en los muros de piedra.

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