Sinopsis

Un hombre de cincuenta años comparece en escena y sin más preámbulos inicia una exposición íntima, lúcida y conmovedora. Explica que la muerte de su padre, todavía reciente, ha atravesado su vida como un acontecimiento. Asombrado ante la magnitud del suceso, que él no había podido ni imaginar, desea compartir públicamente el itinerario de sus primeros cuarenta días de duelo. Escogidas anécdotas de su vida familiar ilustran cada una de las fases del itinerario, sus vueltas y retrocesos inevitables. Huyendo de lo que llama literatura maleducada, una plaga que nos contamina, según él, prefiere un estilo más civilizado, que combina la inteligencia con la amenidad y no desdeña el sentido del humor. Todo parece bajo su control cuando, de pronto, sin apenas advertirlo, el monólogo se desliza hacia un terreno distinto, porque, a consecuencia de determinadas revelaciones, la situación obliga al protagonista a experimentar en toda su desnudez y crudeza el sentimiento de lo absolutamente inconsolable por la pérdida, aquello que no tiene ni quiere tener consuelo. La negrura, la tragedia, se apoderan de la escena en un movimiento de creciente desesperación y vértigo hasta que, súbitamente, tiene lugar una aparición misteriosa, difícil de definir, que precipita el desenlace. El protagonista, al final de un rodeo existencial, una aventura del pensamiento y las emociones, consigue reconciliarse consigo mismo y con la vida. Aunque titulado Inconsolable, el monólogo acaba infundiendo consuelo al espectador porque, en una operación de alquimia dramática, convierte la aflicción del duelo en una invitación a una vida digna y bella. Escrita con mundanidad y gravedad a partes iguales, la obra verbaliza con precisión filosófica las profundidades insondables de una experiencia tan personalísima como universal, pues todos somos hijos, llamados a ser huérfanos y a dejar huérfanos.

Javier Gomá

Idioma:
Castellano
Sinopsis

Un hombre de cincuenta años comparece en escena y sin más preámbulos inicia una exposición íntima, lúcida y conmovedora. Explica que la muerte de su padre, todavía reciente, ha atravesado su vida como un acontecimiento. Asombrado ante la magnitud del suceso, que él no había podido ni imaginar, desea compartir públicamente el itinerario de sus primeros cuarenta días de duelo. Escogidas anécdotas de su vida familiar ilustran cada una de las fases del itinerario, sus vueltas y retrocesos inevitables. Huyendo de lo que llama literatura maleducada, una plaga que nos contamina, según él, prefiere un estilo más civilizado, que combina la inteligencia con la amenidad y no desdeña el sentido del humor. Todo parece bajo su control cuando, de pronto, sin apenas advertirlo, el monólogo se desliza hacia un terreno distinto, porque, a consecuencia de determinadas revelaciones, la situación obliga al protagonista a experimentar en toda su desnudez y crudeza el sentimiento de lo absolutamente inconsolable por la pérdida, aquello que no tiene ni quiere tener consuelo. La negrura, la tragedia, se apoderan de la escena en un movimiento de creciente desesperación y vértigo hasta que, súbitamente, tiene lugar una aparición misteriosa, difícil de definir, que precipita el desenlace. El protagonista, al final de un rodeo existencial, una aventura del pensamiento y las emociones, consigue reconciliarse consigo mismo y con la vida. Aunque titulado Inconsolable, el monólogo acaba infundiendo consuelo al espectador porque, en una operación de alquimia dramática, convierte la aflicción del duelo en una invitación a una vida digna y bella. Escrita con mundanidad y gravedad a partes iguales, la obra verbaliza con precisión filosófica las profundidades insondables de una experiencia tan personalísima como universal, pues todos somos hijos, llamados a ser huérfanos y a dejar huérfanos.

Javier Gomá

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