Palabras encadenadas
Drama, Thriller

Palabras encadenadas

Palabras encadenadas es un texto de Jordi Galceran dirigido por Domingo Cruz.

Sinopsis

Palabras encadenadas es, si se quiere leer así, la historia de un psicópata y su(s) crímen(es), ¿han existido realmente, han sido «ensayos» para el único crimen que deseaba perpetrar, forman parte sólo de una macabra broma? Pero desvela también la imposibilidad de marcar límites entre la locura y cordura, entre verdugo y víctima. Sabiamente Galcerán construye la pieza de forma milimétrica, graduando la información que nos permite el desvelamiento de las verdaderas relaciones que unen a los personajes. Paso a paso, la historia se hace más compleja y el afloramiento de cada nueva verdad sigue un cuestionamiento, de modo que se genera una nueva incertidumbre. Lo que hubiera podido ser una simple propuesta moral, todo lo emocionante que se quiera, pero lastrada por una clara toma de partido, que nos hubiera impedido a simpatizar directamente con la víctima y sentir repugnancia por el verdugo, queda convertido en un ambiguo interrogante sobre la condición humana, gracias a un hábil escamoteo, que no es otra cosa que la muestra de que ser un torturador y no torturado sólo depende de tener el poder de elegir el papel y contar con los recursos necesarios para representarlo con éxito.

Sinopsis

Palabras encadenadas es, si se quiere leer así, la historia de un psicópata y su(s) crímen(es), ¿han existido realmente, han sido «ensayos» para el único crimen que deseaba perpetrar, forman parte sólo de una macabra broma? Pero desvela también la imposibilidad de marcar límites entre la locura y cordura, entre verdugo y víctima. Sabiamente Galcerán construye la pieza de forma milimétrica, graduando la información que nos permite el desvelamiento de las verdaderas relaciones que unen a los personajes. Paso a paso, la historia se hace más compleja y el afloramiento de cada nueva verdad sigue un cuestionamiento, de modo que se genera una nueva incertidumbre. Lo que hubiera podido ser una simple propuesta moral, todo lo emocionante que se quiera, pero lastrada por una clara toma de partido, que nos hubiera impedido a simpatizar directamente con la víctima y sentir repugnancia por el verdugo, queda convertido en un ambiguo interrogante sobre la condición humana, gracias a un hábil escamoteo, que no es otra cosa que la muestra de que ser un torturador y no torturado sólo depende de tener el poder de elegir el papel y contar con los recursos necesarios para representarlo con éxito.

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