Uz: el pueblo es un espectáculo de Gabriel Calderón en versión y dirección de Natalia Menéndez.

Sinopsis

Escribí Uz cuando tenía 23 años. Me guiaban algunas premisas. La primera era saber: si a Dios le había llevado 7 días crear el mundo, ¿cuánto le podía llevar a una fiel seguidora suya, destruirlo? Como segunda idea, se juntaban experiencias de lectura desordenada de la Biblia, en mi juventud, y aunque yo no fuera ni cristiano ni católico ni creyente, había quedado muy impactado por algunos relatos de ese libro de libros. El libro de Job, así como el sacrificio de Abraham en el Génesis, me habían impactado notablemente. Resonaban en aquellos momentos unas ideas de los nuevos ateos, entre los que se encontraban Hitchens, Dawkins y Onfray, dando argumentos una y otra vez sobre la responsabilidad de las religiones para permitir que una persona buena terminara, en nombre de Dios, cometiendo actos atroces. Si había una tercera idea, era la de utilizar todo este cóctel de ideas peligrosas para escribir una comedia. Una comedia fuerte, intensa, que no se detuviera a mirar a quien dañara en el camino y, sobre todo, que hiciera reír mucho, mucho, mucho. A veces, para mí, de eso se trata escribir para teatro: juntar ideas que no parecen ir juntas y lograr que en el escenario provoquen una reacción nueva, sorpresiva, contraria a la expectativa, para que nos revele en nuestra frustración los prejuicios de los que estamos armados.

Duración:
Idioma:
Castellano
Edad:
A partir de 16 años
Sinopsis

Escribí Uz cuando tenía 23 años. Me guiaban algunas premisas. La primera era saber: si a Dios le había llevado 7 días crear el mundo, ¿cuánto le podía llevar a una fiel seguidora suya, destruirlo? Como segunda idea, se juntaban experiencias de lectura desordenada de la Biblia, en mi juventud, y aunque yo no fuera ni cristiano ni católico ni creyente, había quedado muy impactado por algunos relatos de ese libro de libros. El libro de Job, así como el sacrificio de Abraham en el Génesis, me habían impactado notablemente. Resonaban en aquellos momentos unas ideas de los nuevos ateos, entre los que se encontraban Hitchens, Dawkins y Onfray, dando argumentos una y otra vez sobre la responsabilidad de las religiones para permitir que una persona buena terminara, en nombre de Dios, cometiendo actos atroces. Si había una tercera idea, era la de utilizar todo este cóctel de ideas peligrosas para escribir una comedia. Una comedia fuerte, intensa, que no se detuviera a mirar a quien dañara en el camino y, sobre todo, que hiciera reír mucho, mucho, mucho. A veces, para mí, de eso se trata escribir para teatro: juntar ideas que no parecen ir juntas y lograr que en el escenario provoquen una reacción nueva, sorpresiva, contraria a la expectativa, para que nos revele en nuestra frustración los prejuicios de los que estamos armados.

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