Musical de creación propia, no la adaptación de la película, si bien la historia es la conocida, pues la fuente son los cuentos de Las mil y una noches: el pillo de buen corazón, la lámpara, el genio, el malvado que aspira al poder y la princesa. Cierto, no suena “Un mundo ideal”, pero a cambio descubrimos piezas creadas para la ocasión y que por no conocidas, mantienen el interés en las letras y cómo ayudan a avanzar la historia. Y hay más: la rebelión, tan actual, de la princesa que quiere escoger su destino, no que se lo impongan. Que se puede ser princesa sin ser tonta.
Aladín, un musical genial lleva varias temporadas girando, prueba de su éxito y aceptación, y en su estreno logró el premio a la mejor actriz de musical para Erika Bleda, a quien ahora disfrutamos en La Llamada. A nivel interpretativo es irreprochable, las actuaciones son vivaces (y atrapan a los pequeños) sin ser ridículas a ojos de adultos, la combinación de trabajo coreográfico/de movimiento y a la vez de canto, es encomiable.
La factura técnica es impecable. Admito que al principio estaba un poco molesto por creer que el sonido era grabado y los intérpretes cantaban en playback, cuando era en directo, mérito del diseño de sonido y la calidad vocal de los intérpretes.
El añadido más que interesante son algunos trucos de ilusionismo que no están pensados sólo para llamar la atención sino que forman parte de la historia. Vemos muchos cambios de vestuario, colorido y que define bien las personalidades de los personajes, y ligeros cambios en los elementos escenográficos que permiten pasar por ejemplo del gran y abigarrado bazar a unas cuevas siniestras.
Hay delicadeza, entrega y calidad, ritmo apreciable, guiños contemporáneos que provocan logradas sonrisas y aunque es un musical infantil, en este caso sí le pega lo de «familiar» pues no aburre a los mayores.
En resumen: un musical honesto, muy cuidado y trabajado, que arranca sonrisas, de excelente factura técnica y artística.