El delirio de la revolución

Atalaya Teatro: Marat-Sade

Atalaya Teatro: Marat-Sade
28/02/2023 - Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa

Estamos en 1808 en el manicomio de Charenton. Han pasado 19 años desde que estalló la Revolución Francesa y el Marqués de Sade, paciente/prisionero del sanatorio, dirige una función donde el resto de enfermos tratarán de recrear metateatralmente algunos episodios revolucionarios.

Marat/Sade es un texto experimental en el que el alemán Peter Weiss planteó diversos modos de enfrentarse a la vida a través de los dos personajes que ponen título a la obra. En este sobresaliente e inquietante montaje de Atalaya Teatro, fiel al espíritu del original, asistimos a ese delirio músico-revolucionario. Todos los actores brillan con luz propia en medio de esa acertada y decadente escenografía (a base de cortinas) gracias a una gestualidad y una corporalidad que logran conectarnos con una violencia dantesca (a lo Silent Hill), visceral y sanguinaria, una violencia que podría relacionarse en cierto modo con Sweeney Todd y esa crónica de un asesinato (el de Marat), anunciado ya desde el comienzo y que, al mismo tiempo, entronca con el que posiblemente sea uno de los temas centrales que vertebran buena parte de la obra: el ansia de libertad del individuo. La Revolución Francesa, cuyo ideario, se fraguó a la luz de la Razón, terminó desembocando en una espiral de terror, un monstruo (que diría Goya) donde la Humanidad confirmó que el viejo orden podía ser desbancado, sí, pero para someternos o plegarnos, en su lugar, a otro tipo de dictámenes o poderes, como la burocracia y el papeleo, males endémicos de los que ya alertaron escritores como Larra o Kafka. Es ese el mecanismo que se ha repetido una y otra vez en las sucesivas revoluciones que se han vivido a lo largo de la historia. Piénsese en la rusa, la cubana o la china, ejemplos que ratifican la célebre frase de El gatopardo: «Es preciso que todo cambie para que todo siga igual».

Los viejos dioses han terminado siendo sustituidos por otros, como ya manifestó Neil Gaiman en American Gods. Es entonces cuando surge la pregunta: ¿se puede escapar del sometimiento a cualquier tipo de poder u ordenación? Y la respuesta nos la ofrece con cierta claridad el texto de Weiss, donde la «locura» (en esa concepción idealista que ya aparecía en Don Quijote o en Bartleby) llega a constituir el mayor y genuino acto de rebeldía. Es la locura de los enfermos de Charenton, que se levantan contra el orden establecido, siguiendo el dictamen de su propio ser, ajeno a cualquier norma social, donde la Revolución Francesa adquiere su máxima significación, una revolución que, por otro lado, termina revelándose como una quimera que sobrevuela el horizonte.

← Volver a Atalaya Teatro: Marat-Sade

¡Enlace copiado!