La palabra cacofonía viene del griego κακοφωνία kakophōnía y designa la disonancia que resulta de la inarmónica combinación de los elementos acústicos de la palabra. Lo tuvo bien claro la dramaturga británica Molly Taylor al titular su obra Cacophony, pues a través de ella perseguía evidenciar el brutal y descarnado caleidoscopio de voces que se esconden en nuestros días tras las pantallas de un móvil.
Tras el éxito de su estreno en Barcelona la temporada pasada, por fin ha llegado a Madrid la versión en castellano de Cacophony esta propuesta joven y descarnada, una producción de la Sala Beckett, dirigida por la joven directora Anna Serrano Gatell, que explora la complejidad de los hechos y los efectos de la cultura de la cancelación en nuestra era digital. No es anecdótico ni casual que este montaje que muestra en estado puro el potentísimo poder que contienen las palabras (como dijo el periodista y escritor Álex Grijelmo: «Las palabras son como cuchillos: sirven para matar y sirven para cortar el pan») se exhiba en el Teatro de La Abadía, un espacio escénico reconocido como el templo de la palabra.
Cacophony reflexiona con una mirada honesta, perspectivista y sin tapujos sobre las consecuencias abrumadoras al mismo tiempo que terribles de la sobreexposición virtual y sobre cómo una mentira que tiene en su trasfondo un propósito valiente y puramente constructivo puede convertirse en una auténtica pesadilla. ¿La mentira ha de ser siempre condenada, a pesar de que detrás de ella realmente haya una intención virtuosa?
La protagonista de esta historia, Abi, mentirá sobre un hecho que después se volverá completamente en su contra y que llevará al público a descubrir que, a lo largo de su vida, ella ha utilizado en ocasiones la mentira para atribuirse algunos méritos que no le correspondían. Esto le llevará a ser juzgada incluso por sus amistades como una persona aprovechada. Su causa era honesta, pero se verá absolutamente condenada por la mentira. ¿Qué le lleva a Abi a mentir? ¿Qué le impulsa a inventarse que estuvo presente en aquella manifestación si no era cierto? Estas preguntas me trajeron a la memoria una frase maravillosa de la obra La voluntad de creer, de Pablo Messiez, que me quedó muy marcada y que dice: «Podemos hablar por inercia, pero nunca mentir sin querer».
Efectivamente, la mentira nunca es sin querer, detrás de ella subyace siempre una intención. La mentira, la apariencia, la necesidad de estar presente, ser escuchado y de sentirse parte de algo importante son para mí grandes temas que también plantea Cacophony y que quizás puede resultar que quedan más escondidos por la problemática mayor que expone, a pesar de que ambos asuntos llegan a estar íntimamente relacionados: la crueldad de las redes sociales.
De ser considerada una heroína, un modelo a seguir, una mujer inspiradora Abi pasa a ser humillada, insultada y hasta repudiada. La protección de anonimato que ofrecen las redes sociales ejerce un poder brutal tanto en la construcción como en la destrucción de esa persona objeto del huracán mediático. El espectáculo refleja con una naturalidad escalofriante ese ritmo frenético que marca la comunicación digital donde el ansia de la inmediatez va devorándolo todo a su paso para bien y para mal.
Cacophony es un espectáculo que atrapa al espectador porque todo funciona a la perfección. Una escenografía bastante minimalista, pero con una variedad de elementos que transforman la escena continuamente y donde lo que verdaderamente brillan son el texto y un elenco coral sencillamente magnífico.
Los siete intérpretes realizan un ejercicio escénico admirable. Es un gusto encontrar un reparto coral joven con un equilibrio interpretativo y una versatilidad tan notables. Anna Serrano Gatell ha trabajado el movimiento y el juego escénicos de una manera muy eficaz en una propuesta con un ritmo trepidante donde los intérpretes no tienen descanso. No solo interpretan prácticamente todos a más de un personaje, sino que su presencia en escena es continua y en constante cambio. Destacar también la potencia en la creación de algunas imágenes que son puro oxímoron: la belleza visual del círculo de móviles con esas pantallas iluminadas que rodean a Abi mientras se leen en voz alta los monstruosos y terroríficos mensajes que la joven está leyendo en su móvil es sobrecogedora.
Cacophony es un espectáculo muy necesario que invita a la reflexión y al cuestionamiento de nuestra relación actual con los medios digitales y también con nosotros mismos. ¿Cómo han cambiado las redes sociales nuestra forma de comunicarnos y de mostrarnos a los demás? ¿Cuántos esfuerzos dedicamos a proyectar esa imagen que deseamos que los otros tengan de nosotros? ¿Cuánto nos perdemos a nosotros mismos en esos intentos? ¿Cómo manejamos el poder que nos ofrece el anonimato para expresarnos con libertad? ¿Dónde están los limites del respeto, la libertad y la responsabilidad detrás de la pantalla de un móvil?
En la era digital el precio de la sobreexposición, y más aún el de una mentira, puede ser terriblemente despiadado. Del cielo al infierno en un solo clic. Tan real y espeluznante como la vida misma.