Sin la espectacularidad del Teatro Romano de Mérida, pero con la comodidad de una butaca con respaldo y el regalo del frescor del aire acondicionado, en Madrid también podemos disfrutar de algunas representaciones dentro del programa del Festival internacional emeritense. Y, a decir verdad, he disfrutado. Podría decirse que mis expectativas previas han sido trastocadas, que no defraudadas, ante un espectáculo que ha resultado ser completamente diferente a lo esperado. Diferente y mejorado. Un mito clásico tratado con humor, aderezado con música, y no exento de crítica social oculta bajo el velado manto de la comedia. En ocasiones casi berlanguiano. Un drama disfrazado con cachondeo, una aventura que nos lleva desde el Olimpo hasta el mundo real, pasando por el inframundo. De los inmortales a los muertos, para terminar entre los vivos.
Cuatro protagonistas, a pesar de que con sorna la que le da nombre a la obra quisiera atribuirse mayor relevancia. Tres actrices y un actor representando sus papeles, y en ocasiones otros, cuando la trama lo requería. Una obra coral en la que no se debería decir que ninguno sobresale, porque todos destacan. Una coreografía ágil e imaginativa, sin dar lugar al aburrimiento o la distracción, sin necesidad de transiciones del decorado, la propia narrativa y el hacer de los intérpretes logran que la obra trascurra de manera natural y fluida, siempre consiguiendo arrancar una sonrisa del espectador, cuando no una carcajada, ya sea tirando de chiste banal, de alusión musical, o de descarada ironía.
Apenas hora y media fueron suficientes para salir del teatro con un muy buen sabor de boca. Una obra adecuada para las salas, que seguramente en el escenario romano de Mérida no luciría de igual manera. Un acierto cargado de crítica a los privilegios implantados en la sociedad y al machismo asentado en el imaginario colectivo, camuflada bajo la excusa del simple entretenimiento y la comicidad provocativa. Fácil de leer entre líneas, siempre que se quiera. Si pueden, no se la pierdan.
