En la mítica escena del Baile Real, cuando Cenicienta le dice al Príncipe Topher “nos conocemos y, al mismo tiempo, nos estamos viendo por primera vez”, parece que la vida imita al arte. Todos sabemos quién es la princesa y su zapato de cristal, pero este musical consigue que redescubramos el cuento de hadas como nunca antes. De la mano de Stage Entertainment España, dirigida y coreografiada por Anthony Van Laast, llega por fin a la Gran Vía la clásica partitura de Rodgers y Hammerstein.
Esta producción, basada en el libreto escrito para Broadway de Douglas Carter Beane, presenta a una heroína valiente y bondadosa, y a un Príncipe genuino y vulnerable. La nueva puesta en escena situada en los años cincuenta funciona sorprendentemente bien. El deslumbrante vestuario de Yaiza Pinillos está lleno de magia y elegancia, con cambios rápidos alucinantes. La escenografía de Carla Janssen Höffelt es efectiva, apoyándose en las proyecciones de Jeff Sugg y permitiendo lucir las enérgicas coreografías, otro de los puntos fuertes de la producción.
La orquesta de Cenicienta está compuesta por 18 magníficos músicos bajo la batuta y supervisión del maestro Xavier Torras. Es una delicia escucharles interpretar las orquestaciones de Danny Troob junto a los nuevos arreglos de música de baile de Gareth Valentine (con orquestación de Larry Blank). También, un gran acierto haber recuperado la Obertura original de 1957 como música de entreacto, transportándonos a la Era Dorada de Broadway. Una orquesta en directo tan grande, bien cuidada y potente es un verdadero lujo, aunque no debería serlo. El material lo merece, la Gran Vía lo merece, el público lo merece. Unido a la genial adaptación de libreto y letras de Alejandro de los Santos, eleva un material excepcional a su máximo esplendor.
Dentro del reparto, el ensamble está impecable en las coreografías y también sobresale a nivel vocal, lo cual se agradece mucho. Todos los personajes secundarios están fantásticos, aportando humor, color y chispa a la historia. Destacan la Madrastra de Mariola Peña, cómica, imponente y carismática, y la Marie de Mayca Teba, de gran presencia e impresionante voz.
La pareja protagonista es toda una revelación: Briel González está brillante como el Príncipe Topher, maravillosamente interpretado con una voz que emociona y fascina. Paule Mallagaray nos hace vivir el viaje de Ella, nuestra Cenicienta, con autenticidad y madurez, combinando clásico y moderno al cantar. La complicidad y química entre ambos es deslumbrante, llenando la historia de ternura y encanto.
En definitiva, Cenicienta combina un material de primera y un reparto brillante, con una historia de amor y optimismo con final feliz, y un Hada Madrina que nos recuerda que «lo imposible puede ser». En los tiempos que corren, no hay nada tan valioso como un espectáculo que nos haga salir del teatro emocionados y con una sonrisa de oreja a oreja.