Alegría.
No puede tener mejor título este espectáculo. Alegría.
Ir a ver circo es emocionante: hay riesgo, hay adrenalina, hay belleza, hay un sentimiento de facilidad constante. Todo lo que ves parece fácil de hacer. Y, sin embargo, tras esos cuerpos ágiles que parece que no pesan hay horas y horas de entrenamiento, de trabajo, de caídas, de vuelta a empezar. Pero, cuando el público aparece, solo hay sonrisas tras esas contorsiones imposibles o esas volteretas en el aire, colgados a varios metros del suelo. Cuando el público aparece, hay alegría tras el sudor.
El Cirque du Soleil es belleza, es facilidad, es carcajada, es inocencia, es circo… Pero es mucho más que circo. Hay una historia contada sin palabras: la de una persona que cree que será feliz si tiene el poder, pero entiende que la felicidad es estar en compañía de otros. Jugar con otros. Eso es el Cirque du Soleil: juego constante. Y eso es lo que se lleva el público cuando las luces se apagan: juego.
Ver Alegría es reconectar con tu peque interior. Dejarte llevar por esos números increíbles en los que los acróbatas hacen castillos humanos y caen sobre palos; en los que una rueda gigante hace girar a un hombre (¿o es al revés?); en los que dos amantes vuelan y se abrazan; en los que el fuego se controla; en los que el suelo se convierte en una cama elástica; en los que dos hombres son capaces de sujetar a varias personas mientras se columpian. Alegría son dos mujeres que cantan como los ángeles y un montón de músicos que emocionan. Alegría son dos payasos que nos enseñan que lo único importante es quererse y respetarse. Alegría es sentir que todas las personas que están ahí arriesgan y se sostienen y confían las unas en las otras, para que todo lo que parece imposible se haga realidad.
Alegría es un chute de amor, de belleza, de magia, de felicidad. Es un espectáculo que hay que ver para sacudirnos la tristeza y las prisas. Para recuperar la confianza en los demás. Para recordar que juntos somos capaces de hacer cosas asombrosas. Para reconciliarte con el mundo. Nada más. Y nada menos.
