Tenía que llegar ese día en el que la realidad virtual asolara los teatros y desapareciera la materialidad de la escena para convertirnos en entes disfrazados con casco 3D y una mochila a lo cazafantasmas. En la Sala Verde de los Teatros del Canal, una sala negra de a penas diez metros cuadrados, Le Bal de París de Blanca Li que se estrena en este mes de diciembre supone un paso más del monstruo tecnológico que, con todas las trabas técnicas que supone, invierte el presupuesto de actores y decorados en el último grito en digitalidad, mientras tu mente trata de asimilar el paso de una realidad, -suficientemente plana y compleja-, a otra llena de colorines, laberintos y personajes enmascarados en los que pierdes tu rostro sin mucho esfuerzo. Casi con placer. No es una experiencia vivida antes, tampoco para cualquiera, es una escasa media hora de ensueño en el que tu yo se disuelve para atreverte a creer en los mundos de pura fantasía. Siempre genial, talentosa, atrevida, Blanca Li.
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