Es evidente que David Puerto tiene ya muchas tablas encima del escenario. Sabe muy bien cómo manejar a su público con el que interactúa constantemente y le cede el protagonismo durante tiempos muy marcados por un cronómetro. Juega también con lo audiovisual con una cámara manejada por él mismo con la que va centrando la atención en los diferentes asistentes con los que hace el crowdwork. Una incorporación técnica que ha dado muchas risas en este estreno donde demuestra que es un cómico 360.
Además de “cámara”, su faceta de monologuista reluce mucho con unos textos que buscan esa complicidad cómica con los otros, ya que apenas se otorga el protagonismo del Stand Up clásico. Por supuesto, la improvisación la tiene como base y la lleva por bandera como seña de identidad y una de sus distinciones que le han hecho conocido en este mundillo, gracias también al altavoz de las redes sociales.
La parte musical aporta mucho ritmo y frescura. Las canciones han sido una muestra más de la conexión y el buen ambiente que mantiene en el teatro. Siempre es muy agradecido una batería de chistes al son de una guitarra.
Junto con las risas y la proactividad de su público fiel, me quedo con el mensaje final que hace honor al nombre del espectáculo: nadie hace nada siempre bien, pero lo importante es hacerlo y probar.