Que el teatro clásico no es tan antiguo, ni nos queda tan lejos. Que se puede dialogar con él, porque resuena en nuestros días. Que hay cosas que se podrían decir hoy de la misma manera que se dijeron hace tiempo. Ese parece el propósito de las propuestas de El disfraz Las cartas La suerte, que está en el Teatro de la Comedia, y que pone en pie un equipo formado por actores de las pasadas ediciones de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico.
En realidad, tres equipos distintos, con tres propuestas distintas sobre tres autoras distintas. Tres obras sin más conexión entre ellas que la de compartir el mismo espacio. Y las mismas ganas de emocionar, hacer reír, hacer pensar. De mirar al público a los ojos y de hablarle de frente (y no siempre en castellano, y se agradece la valentía). Íñigo Rodríguez se atreve y cuela entre los versos de Joaquina Vera la Perra de Rigoberta Bandini. María Prado trabaja desde la honestidad y la sencillez para contar una historia escrita por “la Víctor Catalá” en el siglo XIX pero que podría haberle ocurrido hoy a tu vecina de arriba. Júlia Barceló apuesta por acompañar las palabras de la Pardo Bazán de un espacio sonoro maravilloso (delicadísimo el trabajo de José Pablo Polo). Tres directores y un elenco de actores que juega y mira y ríe y baila y canta y pelea y llora y… emociona. Emociona por la entrega, las ganas, el riesgo y la verdad en lo que hace. Por llevar al público de la mano con descaro y con amor.