El disfraz, Las cartas y La suerte

Que el teatro clásico no es tan antiguo, ni nos queda tan lejos. Que se puede dialogar con él, porque resuena en nuestros días. Que hay cosas que se podrían decir hoy de la misma manera que se dijeron hace tiempo. Ese parece el propósito de las propuestas de El disfraz Las cartas La suerte, que está en el Teatro de la Comedia, y que pone en pie un equipo formado por actores de las pasadas ediciones de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico.

En realidad, tres equipos distintos, con tres propuestas distintas sobre tres autoras distintas. Tres obras sin más conexión entre ellas que la de compartir el mismo espacio. Y las mismas ganas de emocionar, hacer reír, hacer pensar. De mirar al público a los ojos y de hablarle de frente (y no siempre en castellano, y se agradece la valentía). Íñigo Rodríguez se atreve y cuela entre los versos de Joaquina Vera la Perra de Rigoberta Bandini. María Prado trabaja desde la honestidad y la sencillez para contar una historia escrita por “la Víctor Catalá” en el siglo XIX pero que podría haberle ocurrido hoy a tu vecina de arriba. Júlia Barceló apuesta por acompañar las palabras de la Pardo Bazán de un espacio sonoro maravilloso (delicadísimo el trabajo de José Pablo Polo). Tres directores y un elenco de actores que juega y mira y ríe y baila y canta y pelea y llora y… emociona. Emociona por la entrega, las ganas, el riesgo y la verdad en lo que hace. Por llevar al público de la mano con descaro y con amor.

La nueva producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico recoge tres voces femeninas fundamentales del siglo XIX.La propuesta reúne en un solo espectáculos tres piezas dramáticas: El disfraz de Joaquina Vera dirigido por Íñigo Rodríguez-Claro, Las cartas de Caterina Albert conocida como Víctor Catalá con dirección de María Prado, y La suerte de Emilia Pardo Bazán bajo la mirada escénica de Júlia Barceló. Las tres obras, aunque con distinta duración, son ágiles y muy distintas en temática lo que permite al espectador estar conectado en todo momento. Además, uno de los mayores aciertos es la estupenda transición entre las piezas cuya cohesión permite apreciar toda la obra como una sola. Junto a ello, el espacio escénico con esa distribución a tres bandas y con la presencia de elementos que serán significativos para cada una de las piezas pero nunca un estorbo para las demás.

El disfraz nos ofrece la mirada más contemporánea de todas gracias en gran parte a su condición de comedia de enredo a la que le sienta muy bien la introducción de la música moderna y que luce mucho con la calidad y desparpajo del elenco entre los que destacan unos carismáticos Mariano Estudillo y José Juan Rodríguez. Ritmo, luz y color para una obra divertida que cumple con creces la premisa textual y te sumerge de lleno, desde antes del comienzo con ese bingo introductorio (del que tuve la fortuna de ser ganadora), en el espectáculo.

Las cartas es un monólogo defendido por Mamen Camacho con un desparpajo, talento y presencia escénica brutales. Ella es totalmente arrolladora y desde su entrada te cautiva. La gestualidad, la dicción, el uso del espacio y la conexión directa con el público te atrapan por completo. La pieza de mayor duración y sin embargo, al mismo tiempo, la más sobresaliente en todo su conjunto.

La suerte es una obra corta, pero muy intensa que desde el comienzo te sumerge a través de la música en Galicia. Cargada de emoción y con una precisión interpretativa magnífica, Alba Recondo te hace cómplice de su realidad y te lleva con ella de la mano hasta el final.

Una triple propuesta teatral que nos acerca aquellas voces femeninas menos conocidas o leídas en los libros de literatura al mismo tiempo que nos muestra la gran labor de dirección e interpretación de nuestros jóvenes creadores de la escena de hoy.