Esta versión de El fantasma de la ópera no deja indiferente y por algo ha prolongado sin problemas una segunda temporada. Bien merecido el premio Talía a Julio Awad por la dirección musical, recomiendo al público que se asome al foso al terminar la función para entender con más profundidad el desafío de los músicos y el buen hacer de Awad.
Es un espectáculo que combina unos acordes bien conocidos por los amantes del teatro musical y una majestuosidad en la puesta en escena. El elenco merece una mención aparte, el reparto que estaba en la función a la que asistí fue magnífico. Manu Pilas con el papel protagonista, inunda la escena cada vez que aparece demostrando un dominio gestual y vocal. Imprime sentimiento en sus canciones y hace que la platea reverbere fascinada de esa maestría artística. La coprotagonista Judith Tobella está al nivel de este musical. Es un personaje muy difícil de interpretar con muchas variaciones y no incidiría en alguna dificultad en los graves de su voz lírica como soprano. Entre los secundarios, la versatilidad de canto y el nivel de actuación es excepcional. Iñigo Etayo, Marta Pineda, Francisco Ortiz, Enrique R. del Portal, Omar Calicchio, Silvia Lucketti y Laura Martín. Todos se merecen una mención por su buen hacer que se demuestra en los aplausos sostenidos durante el final. Una elección de artistas muy equilibrada donde el nivel es muy alto, tanto a nivel musical como interpretativo.
La escenografía es soberbia, con trucos de magia incluidos que hacen que no pierdas la atención en ningún momento y haya algún que otro sobresalto (evitaremos hacer spoilers).
Apoteosis era la ceremonia que hacían los antiguos para colocar como dioses o héroes a los emperadores, emperatrices u otros mortales. El resultado de este musical bien se merece tildar de apoteósico.