El imperativo categórico es un concepto desarrollado en la filosofía de Kant que hace referencia a aquellas proposiciones que justifican una acción como necesaria o imprescindible.
A partir de esta premisa, Victoria Szpunberg desarrolla toda una serie de proposiciones que consiguen transformar en necesario o imprescindible lo injustificable: el asesinato.
Y lo hace, destilando estas proposiciones de la realidad más cercana y conocida. Una realidad que, tal vez, tenemos tan asimilada que el mal que nos provoca se ha vuelto imperceptible: precariedad, enajenación, el egoísmo con el que tejemos nuestras relaciones más íntimas y también las sociales, la impostura, la imagen por delante de la identidad, la superficialidad por delante de la profundidad; todos los elementos que caracterizan al mundo actual y que generan los niveles de insatisfacción, desorientación y falta de sentido que muchos jóvenes sufren sin saber por qué ni hasta dónde.
La autora, que también dirige el espectáculo, nos propone todas estas cuestiones a través de una gramática ligera e irónica que consigue lo tan maravilloso del teatro y del mejor arte: hacernos reír mientras observamos cómo se prepara la tragedia.
Ágata Roca, en el papel de víctima transformada en verdugo, y Xavi Sáez, en el papel desdoblado de múltiples abusadores, nos acompañan en un viaje por multitud de escenarios, donde pequeñas subhistorias acaban componiendo un mosaico caleidoscópico bien cuidado de la mierda en la que se ha convertido el mundo (social).
Una obra imprescindible de teatro de texto donde se explica mucho más de lo que se dice. Un viaje por el alcantarillado urbano de este maravilloso siglo 21 de riquezas inmensas, inteligencias supuestas artificiales e infelicidad muy real, empapada con significativas dosis de rabia que, quizás, tarde o temprano, acabará por convertirse en categórica.
Marc Ribera