Que un espectáculo regrese a la cartelera doce años después de su estreno siempre genera expectación; que lo haga, además, con el mismo reparto le añade más interés, y si los dos actores son dos grandes bestias de la escena como Luis Bermejo y Javier Gutiérrez el éxito está prácticamente asegurado. Y así es, porque si algo sobresale por encima de todo en El traje es el brillante duelo interpretativo de dos actores solventes y cómplices, que sumergen al espectador en un viaje emocional descacharrante a las miserias humanas.
Juan Cavestany ha creado una divertida y realista comedia negra cuyo texto parte de una premisa muy concreta, que incluso podría haber formado parte de cualquier sketch de un programa de humor televisivo. Cavestany demuestra una vez más su gran habilidad como dramaturgo y consigue alargar la situación con una serie de pequeños giros que aportan nueva información a la pieza y que, sobre todo, están llenos de comicidad. La escenografía es muy realista y llega a convertirse en un personaje más que contribuye a que la sensación de asfixia y desesperación de los dos protagonistas vaya creciendo a lo largo de la obra.
Y, sin duda, el mayor valor del espectáculo son sus dos intérpretes. Si bien disfrutar de Javier Gutiérrez como de Luis Bermejo por separado es una maravilla hacerlo de forma conjunta es una garantía de deleite de talento. Javier Gutiérrez está espléndido en ese personaje cómico que se mueve entre la ternura y la completa estupidez al dar vida a un empresario en una situación desesperada, que lo único que desea es poder seguir sobreviviendo. Por su parte, Luis Bermejo demuestra una vez más que es uno de los mejores actores de nuestra escena contemporánea. El vigilante de seguridad a quien da vida está lleno de matices y transita por una amplia variedad de emociones y estados de ánimo. Su interpretación es simplemente brillante. Con una gran capacidad para abordar personajes de enorme complejidad (su última demostración fue con su inolvidable Azarías en Los santos inocentes) cada gesto, cada palabra, cada movimiento están llenos de verdad y son una clase de interpretación magistral. Además, es destacable la gran complicidad de los dos actores que hace aún más grande si cabe el talento escénico de la obra.
El traje es un espectáculo que, en poquito más de una hora, invita al espectador a reírse mucho al mismo tiempo que muestra una reflexión sobre temas que nos preocupan a todos como la soledad, las luchas de poder y la necesidad humana de aceptación y reconocimiento.