Bàrbara Mestanza es una figura escénica que está pidiendo a gritos que escuchemos lo que tiene que decir. Y merece que lo hagamos. Actriz, dramaturga, directora, creadora con The Mamzelles, con colaboradores, en solitario, con voz propia, alta y clara (La mujer más fea del mundo) que, a mí y hasta ahora, me llega y mucho. Aquí trata algo tan imponente como la verdad y la identidad. ¿Seremos lo que expliquen de nosotros cuando ya no estemos? ¿Bajo qué iconos, estereotipos y referentes hemos crecido y nos hemos / han moldeado nuestro yo? ¿Eran reales? ¿Qué parte de nuestra identidad se basa en mentiras?
Mestanza indaga en la historia de una “princesa”, una mujer real que ni siquiera se llamaba Pocahontas. Una vida dura, donde fue cautiva, exhibida, sometida y objeto del deseo cuando era sólo una niña; vamos, nada que ver con la imagen Disney.
¿Cómo es posible que a partir de aquí se haya creado una imagen romántica de una vida de sólo 21 años y con más tristeza que otra cosa? ¿Por qué se tergiversa la vida de una mujer sin voz para transformarla en princesa?
Con proyecciones, música y alguna provocación, Bárbara se lanza a un monólogo honesto, crudo, con ratos, perdonad el tópico, para reír y también para encogernos el corazón. Pero no es sólo contar una historia verdadera sino reflexionar sobre nuestra identidad y verdad individual, empezando por la de ella.
Sí, hay perspectiva de género, inteligente, constante y presente en sus obras, pero con una virtud enorme: no excluye a los hombres sino que nos invita a escuchar, sentir, reflexionar y compartir. Nos incluye en su retrato del vacío existencial, del abuso, de la opresión y nos vemos, si no reflejados, sí, creo, que captamos cosas que se nos escapaban.
Bàrbara, como siempre, proyecta energía a raudales, honestidad y nos mira a los ojos mientras dispara como una ametralladora verdades que nos estallan en la cara y al mismo tiempo, nos hace sonreír todo lo que quiere. Y es que hay mucho humor, y dominando los registros, baja el tono y todo es poesía, delicadeza y transparencia en su humanidad.
Lo menos mejor: nuestro fracaso colectivo en el emocional experimento final propuesto.
Lo mejor: No busca impartir lecciones (¡gracias!) en su denuncia o reflexiones, las puedes hacer tuyas al 100%, o sólo una parte, abre la puerta a que`puedas reflexionar sobre por qué lo que explica te afecta siendo tan diferentes nuestras vidas y circunstancias.