¿Alguna vez has tenido la oportunidad de asistir a una farra barroca? Esta es la mejor ocasión de hacerlo o de volver a repetir si ya has gozado de la gozosa experiencia. ¡Aquí los motivos!
La compañía alicantina Lucas Escobedo lo ha vuelto a hacer. Esta vez el reto era mayúsculo, como muchos de los autores que desfilan por esta fiesta, y lo ha superado con creces siendo fiel a su esencia y al buen hacer escénico que la caracteriza. Farra es una fiesta, un encuentro de celebración de la vida. La locura del pasado se une a la locura del presente en un espectáculo exigente en ejecución y muy completo donde todas las disciplinas se ven atravesadas por la magia del circo.
La compañía no ha renunciado a su lenguaje propio y ese es el mayor acierto de la propuesta. La presencia de los números de acrobacia área, tan bellos, limpios e integrados en la dramaturgia que defiende con personalidad Irene Coloma; los característicos y geniales juegos de malabares donde los valencianos potencian la vistosidad y magia del arte circense con estupendas coreografías corales y a los que se suman los siempre esperados solos de Lucas Escobedo, gran maestro de esta disciplina; la fuerza y carisma inigualables del lenguaje del payaso con esa comicidad gestual y de movimiento que cautiva y arranca la sonrisa de grandes y pequeños, y que encuentra especialmente en Alfonso Rodríguez la máxima riqueza y esplendor; la incorporación del juego de espadas tan característico del barroco que la compañía ha hecho suyo, llevándoselo a su terreno circense: la escena de la barra con un Jesús Irima divertido y audaz que concluye en una fabulosa pelea coral, donde destaca la coreografía dinámica y muy bien ejecutada, es sencillamente magnífica.
Pero esto no es todo. Los elementos propios del lenguaje del circo están siempre acompañados por una dramaturgia que apuesta por el didactismo y la belleza propia de la palabra. La selección de textos del Siglo de Oro es muy acertada y lo es más el tono, la mirada y la forma tan genuina de hacer accesible su contenido a todo tipo de públicos. Los pequeños fragmentos de grandes títulos, las piezas creadas para presentar a los autores son muy ingeniosas desde el punto de vista del enfoque, muy ilustrativas de lo característico de cada poeta y, sobre todo, muy accesibles y disfrutables para espectadores de cualquier gusto y edad. Deslumbra el exquisito trabajo de palabra que ha realizado la compañía que deja entrever claramente un arduo trabajo previo de documentación, selección y tratamiento de las piezas seleccionadas. El verso y la prosa se mezclan con naturalidad y los valencianos lo defienden con sobrada soltura pues llevan el ritmo en su naturaleza.
¡La música, qué delicia siempre! Sello inconfundible de su dramaturgia la selección musical es un alarde de conocimiento, talento y mucha valentía por innovar y crecer en la creación de nuevas atmósferas y sonidos, aprovechando la ocasión de habitar el Barroco. La ejecución es impecable musical y vocalmente. Mención especial a Paula Lloret y a Raquel Molano sobre quienes recae a nivel vocal el mayor peso y exigencia del espectáculo. Qué bello es vivir un espectáculo con música en directo y qué exigente es para el artista poder hacerlo bien. Es pura emoción y gozo disfrutar de números musicales tan redondos. La calidad de las letras que fusionan el texto clásico con el actual con ingenio, frescura y personalidad es sobresaliente. La apabullante sonoridad que mezcla timbres e instrumentos de hoy y ayer para crear un sonido único es sencillamente brillante. Es una suerte maravillosa presenciar a lo largo de los años y los espectáculos el crecimiento exponencial de la maestría y el talento de Raquel Molano a la dirección musical. Una vez más de 10.
Y, por supuesto, mención a la festiva escenografía llena de color y texturas a la que se suman los elementos característicos del circo y el fabuloso despliegue instrumental. El vestuario cuidado, vistoso y repleto de detalles en la elección de tejidos, motivos y colores.
Farra nos enseña que en la vida no hay nada que celebrar y que hay que celebrarlo todo; que no es necesario celebrar si en ese momento no lo queremos ni necesitamos y que, más aún, cada uno de nosotros debe encontrar siempre su forma única de celebrar. Farra es un espectáculo vibrante y vitalista que invita al espectador de todas las edades a emprender un viaje que transita la emoción, la alegría, la risa, la belleza del momento presente y la magia de vivir y compartir el camino de la vida en comunidad. Porque Farra es un canto a la vida y a todo lo que nos ofrece y por lo que siempre debemos encontrar auténticas razones por las que celebrarla: