Si te gustan los musicales puede que Grease sea, en general, un clásico de los que uno no se puede perder. Este clásico es tan clásico que me provoca sentimientos contradictorios. Por un lado, el mensaje que da es pésimo (Si te gusta un chico, aunque te mienta y se comporte como un cretino en varias ocasiones, perdónalo y cambia tu forma de vestir y de comportarte, y empieza a maquillarte y a fumar para gustarle. No te preocupes, no sólo haces el esfuerzo tú. Él también se cambia la chaqueta y va a correr una vez por semana). Por otro lado, es imposible no contagiarte con la alegría de sus canciones y dejarte llevar por los dulces recuerdos de los años 50 americanos, que nunca viviste pero que se te hacen hasta familiares.
En este montaje, concretamente, además de esas evocaciones que vienen de serie con la obra, me sorprendieron gratamente los chispazos de comedia que le añadieron y que hacen la historia menos re-sabida. A pesar de que iba con la expectativa de ver lo de siempre, me descubrí riéndome con gusto en muchas ocasiones a lo largo del espectáculo.
La puesta en escena me gustó. Un decorado funcional y práctico, unas coreografías bien armadas y un vestuario que me mantuvo embobada todo el rato (estoy aprendiendo a coser y se me caía la baba con esos vestidos cincuenteros que no me pondría ni loca pero que me encantan).
Tengo que reconocer que me pilló desprevenida el peso añadido que le otorgan al personaje de Vince Fontaine, que en la película aparece en un par de secuencias para lucir su bronceado de alegre divorciado y en este montaje lo utilizan de maestro de ceremonias. No me lo esperaba, ni me resultó nunca un personaje especialmente agradable (mejor vamos a dejar de lado el hecho de que Marty lo pilla metiéndole una aspirina en su Coca Cola en el baile), pero como aquí lo interpreta Adrián Lastra y siempre me ha parecido un tío de lo más cómico, cada vez que lo veía entrar en escena ya sabía que la cosa iba a sumar.
¿Lo malo? Me chirría tanto que un clásico se ponga en escena con las canciones traducidas, que cada vez que llegaba un momento musical, a pesar de estar muy bien interpretado (vozarrones varios), había algo que no me terminaba de cuadrar. Pero quizás eso es porque soy una purista pretenciosa con mantener el idioma original de las cosas, aunque eso signfique tener que ver La Pasión de Cristo en hebreo antiguo. En el momento de los saludos sí tuvieron a bien cantar las canciones en inglés y ahí fue cuando me di cuenta de por qué casi era mejor que las tradujeran al español; cuando se saben la letra, las flipadas como yo, se ponen a cantar a pleno pulmón y le arruinan la experiencia al resto del público. Casi mejor así. O no. Pero en el fondo da igual.