La eterna belleza

Grumelot: La lámpara maravillosa

Grumelot: La lámpara maravillosa
22/11/2020

La belleza por la belleza para llegar al éxtasis. Esa es la idea que plantea el viaje de Grumelot, dirigida por Íñigo Rodríguez-Claro, a partir de palabras prestadas de La Lámpara Maravillosa de Valle-Inclán acomodadas a la dramaturgia de Carlota Gaviño. La idea de acudir a los clásicos para lo contemporáneo funciona perfectamente en este viaje panóptico y transmedia a través de las palabras, la música y el tiempo, apoyada en una estética impecable ideada al estilo Grumelot.

El viaje está divido en tres tránsitos que tienden hacia un mismo fin: la contemplación.

En el primero de ellos, un didáctico y místico Javier Lara nos detiene en el lenguaje, los significados y significantes, para luego olvidarlos. Este primer tránsito llega como un aluvión, como la vida terrenal que representa, a través de un bombardeo constante de información en distintos formatos simultáneamente a la Acción Principal: llamadas telefónicas de las Sibilas, lecturas en directo por Instagram de textos de Valle-Inclán con acento mexicano o un intercambio de mensajes de WhatsApp con discusiones entre poetas y alquimistas. El apoyo del texto y tono en este estar-pendiente-de-todo -al que estamos acostumbrados día a día- resulta muy refrescante e intenso.

El segundo tránsito se centra en lo espiritual a través de las palabras, es decir, la poesía que, en palabras de Valle-Inclán, se traduce en el Milagro Musical recitado por Pablo Messiez. El Poeta, en un monólogo de casi una hora, retrata la importancia de los sonidos de las palabras y su poder. Todo ello se acomete mediante una realización en pantalla partida en la que conviven Messiez y su otro-yo. Solo a través de oír lo bello podremos escucharlo.

Por último, el tercer tránsito depara todo lo que se nos había prometido: el apoteosis salido de unas palabras bañadas por el sol que ya no nos importan. En el plano celestial, solo queda admirar la belleza por lo que es y dejarnos llevar por el nirvana. Gaviño, con una fuerza apabullante, nos escupe las palabras a bocajarro arrancando su significado para dejar paso a la verdadera iluminación; la admiración sin complejos de un concepto que ha ido mutando durante todo el viaje.

El formato streaming no sirve como excusa a un equipo técnico perfectamente sincronizado que consigue que el espectador recorra ese viaje hacia el amor en la quietud.

Todos los dispositivos -tanto tecnológicos como teatrales- utilizados por la compañía resultan una guía perfecta de ejercicios espirituales a través del amor y el aquietamiento.

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