Guillem Albà tiene una sensibilidad que traslada a sus espectáculos. Una originalidad que es su sello de identidad.
En este espectáculo nos recuerda la importancia de la calma y cómo nos sumergimos en los agobios y prisas sin darnos cuenta. Típicos vicios que conforman nuestro día a día pero él consigue contarlo de una forma diferente y sorprendente. Y, todo ello, a través de la risa y de una combinación de escenas visuales que varían con artilugios hechos ad-hoc, sombras chinescas y títeres.
Frente a lo efímero de lo material, nos recuerda los regalos que conforman lo sensorial y lo humano. Como espectador te hace partícipe de lo que sucede en escena, con parcas palabras porque este espectáculo no se basa tanto en lo que se dice sino en lo que se siente.
Vaya viaje. Qué gozada.
