Jaime Figueroa puede ser Jaime, pero también muchos más, porque en su interior rebosa talento, una técnica impecable y unos personajes tan carismáticos con los que te olvidas completamente de que es él mismo a causa de que, según cuenta, le dijeron siempre mucho “cierra la boca”.
Con una puesta en escena mínima consigue crear y transportar al público a diferentes mundos en los que te adentras y te implicas mucho con las historias. Nunca pensé que empatizaría tanto con una pareja de pulgas que hablan (un saludo para Enrique y Felisa), desconocía que Dumbledore tenía tan mala leche y que llegara a comprender el deseo de un buitre.
Mención especial para Violeta (violín) y Gonzalo (piano) por acompañar con su música en directo. Eso siempre es una gozada. Un ambiente muy cercano, casi familiar, que hace que el espectador se concentre de lleno en el protagonista, apreciando lo increíble, original y divertido que está viendo. El propio Jaime se encarga de ello, ya que nada más entrar en la sala ya está saludando uno a uno a todos los asistentes. A la salida también está para despedir y agradecer la asistencia.
Recomiendo encarecidamente ir a ver El ventrílocuo, hayas visto alguna vez o no algo de este arte. Jaime explica un poco los referentes más conocidos que están en el imaginario colectivo, como son José Luis Moreno o Mari Carmen y sus muñecos. Sin embargo, lo suyo es ‘sin mover la boca’. Una servidora, perteneciente a la Generación Z que no iba con ese contexto, ya que solo conocía a los mencionados de oídas y de programas como ‘Viaja al centro de la tele’, no solo ha aprendido quién fue el Señor Wences, sino que también este espectáculo ha hecho que conozca la ventriloquía de la mejor de las maneras y que tenga ganas de ver en otros shows más facetas de Figueroa.
Sinceramente, iba con las expectativas muy altas y se han cumplido con creces. Si en algún momento lees esto, Jaime, gracias por las risas, por el trato recibido, por mostrar tu gran talento de una forma tan cercana y por pegarme la melodía y que en mi cabeza no pare sonar: “Soy el ventrílocuo, un caso clínico…”.