Como indica el Teatro Abadía, del que José Luis Gómez (La Celestina) fue cofundador, este Mio Cid es un ejercicio de juglaría en el s XXI. Y funciona. El mérito de Gómez, también director, no es que lo escuchemos, sino que lo veamos sin más recursos que la voz, gestos, tonos… No “interpreta” al Cid; nos lo relata respetando escrupulosamente el original, tanto el texto como el castellano del SXIII. Así, es más que recomendable conocer, aunque sea por encima, la obra, las andanzas del Cid para disfrutar enteramente la propuesta. Ni el vocabulario ni la pronunciación son a lo que estamos acostumbrados. Si leído ya provoca dudas, escuchado por primera vez exige una atención constante y asumir que no entenderás todas las palabras. El propio actor, en las transiciones entre actos comenta que para preparar la obra al principio ese castellano medieval eran piedras en las que tropezaba y ahora es un suelo firme por el que puede hasta correr. Los espectadores no hemos tenido ese proceso y cuesta por momentos.
Otra opción es simplemente disfrutar del oficio y arte de Gómez, él solo en el escenario, únicamente acompañado de una silla y la ayuda en la ambientación sonora.
Lo mejor: Es una oportunidad única.
Lo menos mejor: los efectos sonoros, en directo, como los cascos de caballo, tapan a menudo la voz y nos perdemos algunas frases.