La madre que me parió es de esos espectáculos que te atrapan una vez te sientas en la butaca y no te sueltan hasta que terminan los aplausos.
En mi opinión, no todos los textos tienen que llegar a grandes conclusiones o verdades. De hecho, cuanto más variada sea la oferta teatral de una ciudad, más rica y completa es para el público. En este montaje el texto está lleno de genialidades divertidas, gags y banalidades cotidianas que consiguen que el público pase una hora y media alegre y se olvide de la realidad.
Siempre que veo una obra dirigida por Gabriel Olivares disfruto muchísimo. No es fácil conseguir esa perfección de ritmo y escucha. Las actrices y el actor disfrutaban muchísimo actuando, se notaba que se lo pasaban en grande encarnando a los personajes y viviendo esa enredada historia. Cuando eso se produce en un escenario, solo puede pasar una cosa: el público se contagiaba de esa magia. Las risas y la sinergia entre los actores y los espectadores se manifestaba continuamente, creando una función viva y espontánea.
La obra habla sobre las madres, sobre las hijas, sobre un grupo de amigas, sobre el matrimonio y sobre la importancia de ser una misma. Para mí, el punto fuerte de la trama son las tres madres que aparecen en la comedia… ¡divertidísimas y muy distintas entre ellas!
La recomiendo 100% a quien quiera echarse unas risas, evadirse de la realidad y disfrutar del trabajo de un equipo que, sin duda, sabe crear grandes montajes de comedia.