Célebres apellidos ilustres han marcado la historia en los libros, en los negocios y en la escala de valores sociales. Y muchos han sido los legados transmitidos, como el que enseña la obra La saga. El debate está servido en un personaje femenino que, desde su condición de hija, decide cambiarse de orden sus apellidos. Nada podría desatar la tormenta si no fuera porque la importancia, el renombre y la enorme herencia paterna recibida tiene mucho más peso del que ella cree.
Esta es una obra que atraviesa la familia, las relaciones personales y el impulso que en algún momento de la vida se siente por querer cambiar las cosas y mejorar un poco el momento que vivimos proyectando en futuro. Si es posible que una pequeña acción pueda ocasionar algún cambio a nivel global esta función es un buen ejemplo de ello. Como público, yo decido si creer en ello o no, además de preguntarme en qué lado del ring estaría en este desarrollo a tres bandas.
Ramón Madaula en la dramaturgia y Cristina Higueras en la dirección confirman una propuesta entretenida que elabora un discurso contemporáneo que va saltando de personaje en personaje con una muy buena mezcla de humor y reflexión. Sobre el escenario, Gonzalo Ramos, Laura Ledesma y Aníbal Soto conforman la aparente familia feliz cuyos secretos, confesiones y deseos vamos averiguando a buen ritmo y mejor discurso.
Si en todas las casas cuecen habas, en esta familia en concreto se cocinan a fuego lento con mucha astucia y cotidianeidad. Estoy segura de que las diferentes generaciones que confluyan viendo esta obra podrían tener largas charlas sobre el tema y sus perspectivas no se diferenciarían demasiado de las que vemos en escena.