Ir al teatro para ver a la compañía A Panadaría es una verdadera suerte y un lujazo.
Esta compañía es magnífica, es fabulosa e inigualable y todo lo que hacen lo convierten en extraordinario.
Con las que limpian se han vuelto locas del todo y han creado una obra en la que ellas son la escenografía, son las luces, son las voces y el alma de unas trabajadoras invisibles.
Areta Bolado, Noelia Castro y Ailén Kendelman se mueven al son de sus palabras, de sus gestos y de una sensibilidad única.
Necesitaba reírme, despertar de mi letargo (ansiedad), ver una obra que me removiese por dentro y por fuera, y la encontré.
A Panadaría hacen de un simple carro de la limpieza algo excepcional y es que esta compañía juega con todo lo que tienen a su alcance y crean mini sketchs, que uniéndolos hacen que la obra sea un conjunto de elementos inolvidables.
No sé el motivo por el que las admiro más, si porque intercambian papeles constantemente, porque cantan, bailan, porque son irónicas, porque llevan hasta el límite lo que hacen y se lo creen…
Son tantas cosas que hacen en hora y media Areta Bolado, Noelia Castro y Ailén Kendelman que no sabras, ni a qué lugar mirar.
A Panadaría son una compañía que dice las cosas claras y sin tapujos, pero en las que muchas de las genialidades se esconden en grandes metáforas visuales.
Ha habido varios momentos en la obra en las que casi me pongo a llorar y me han dado ganas de salir al escenario a consolar a una de las actrices, por no decir que en otro instante me ha dado por aplaudir espontáneamente y es que me moría de ganas por hacerlo.
Ellas sacan a la luz historias que se olvidaron con el paso del tiempo u historias que se desconocen. Ellas son el altavoz perfecto para hacer temblar a la sociedad y esta obra es una despedida bonita y un broche de oro perfecto para que esta sea mi última opinión en estos lares.
A Panadaría es una de mis compañías de teatro favoritas y si con Elisa y Marcela me dejaron sin habla con las que limpian me han dejado en shock.
¡Ganas de ver otra obra!