Eva Redondo presenta, dirige y protagoniza la advertencia más seria que se puede realizar en torno a la crisis climática; aquella que se expone de la forma más histriónica posible, de forma que incomoda y cuestiona a la vez.
Bob Esponja ha muerto y su creador, Stephen Hillenburg, se avergüenza de haberle creado en el fondo del Océano Pacífico, contaminado por ingentes cantidades de plásticos. Todo ello, a ritmo de reggaeton sobre fondo plastificado.
La narración de la trágica muerte de la esponja y su impacto en la sociedad – que cada vez olvida y lanza más y más deshechos a sus mares y océanos – marca cada una de las historias de los personajes, interpretados por la misma Redondo, Guillermo Serrano, Miriam Correa y Ángel Perabá.
Estos dos últimos destacan por su plasticidad e interpretación plagada de comicidad y fatalidad; esa tragedia que nos tomamos a risa, que es nuestro futuro. Serrano, por su parte, soporta sobre sus hombros el grueso de la parte interpretativa guiado por un ritmo muy bien marcado desde dirección y que sabe traducir a la perfección en pausas y líneas.
La obra plantea si realmente cabe un futuro, o si somos demasiado glotones como para deglutir a nuestro planeta (y que no nos importe).