¿A quién pertenece mi cuerpo?

Los números imaginarios [Ensamble]: Hijos de Grecia

Los números imaginarios [Ensamble]: Hijos de Grecia
06/11/2019

¿Cuán lejos nos quedan las tragedias griegas escritas e interpretadas por primera vez hace siglos? Los Números Imaginarios contestan a esta pregunta a través de un viaje sensorial que se desarrolla a lo largo de la mañana, la tarde y parte de la noche.

En las horas que abarca el conjunto de la obra, nos topamos, casi por casualidad, integrado con sutileza y maestría, el texto de Gon Ramos basado en las vivencias de los cuerpos sobre escena en estrecha conexión con las figuras trágicas más representativas de la escena griega. Sólo por escuchar el resonar de esas palabras ya merece la pena recorrer este complejo viaje.

Este contorsionismo teatral, aúnado con los compases que insuflan a través de su música en directo los genios de Impulsiva, es lo más próximo que he visto al teatro como contemplación.

Además, Carlos Tuñón, a través de su dirección, consigue poner en escena una multiplicidad de historias que se relacionan entre sí como un rizoma. No alcanzamos a vislumbrar donde acaba la realidad y donde comienza la ficción.

La danza también tiene su papel, y muy importante, en la narración a coro de los hijos de Grecia con una coreografía dura pero esclarecedora de Patricia Ruz.

La obra se revuelve en torno a las historias de: el hijo de Edipo en el cuerpo de Pablo Gómez-Pando, el padre de Edipo en el cuerpo de Jesús Barranco, Ío en el cuerpo de Marta Matute, Gea en el cuerpo de Patricia Ruz, Cronos y Agamenón en el cuerpo de Gon Ramos, Antígona en el cuerpo de Irene Serrano, Ifigenia e Ismene en el cuerpo de Irene Doher, Hermes en el cuerpo de Nacho Aldeguer, Filoctetes en el cuerpo de Nacho Sánchez, Orestes en el cuerpo de Alejandro Pau y Telémaco en el cuerpo de Luis Sorolla.

Todas ellas son historias que identifican nuestros orígenes, como hijos pero también como herederos de una antigua Grecia que cada vez nos queda más cerca.

Los Números Imaginarios, como ensamble, no busca el aplauso sino que se sumerge en la creación escénica sin parangón y precisamente en esto recae su grandeza. 12 horas de luz y brillantez en el relato de su historia personal que es, en parte, la nuestra a través de un recorrido por la sensibilidad humana y el futuro que nos aprieta.

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