¡Qué difícil me parece llevar una obra literaria tan larga y tan intensa como Los Pilares de la Tierra a una producción musical y salir airoso! Y el musical Los Pilares de la Tierra lo consigue. Vaya si lo consigue. Y lo hace con la excelencia que caracteriza a las obras de teatro musical de Beon Entertainment, artífices de títulos como El Médico, La Historia Interminable o El Tiempo entre Costuras. Un libreto muy bien adaptado, composiciones musicales y elenco fabulosos y escenografía, vestuario e iluminación de diez, obran el milagro de trasladar al público al medievo inglés, desde sus butacas del EDP Gran Vía.
El musical consigue trasladar al público a la Inglaterra del siglo XII, con un libreto, obra de Félix Amador, que plasma a la perfección cada momento clave de la obra literaria y en el que conocemos y nos introducimos en la psique de cada personaje, aún sin habernos leído el libro y eso tiene mucho mérito. De hecho, al inicio de la segunda parte, un par de bufones salen a escena y nos sintetizan de manera perfecta lo que ha sucedido en ese «intermedio» entre la primera y la segunda parte. Es la magia del teatro y saber utilizar este tipo de recursos es la clave para hacer algo grande.
Otro punto importante para obrar esta mágica teletransportación en espacio y tiempo es la música. Unas composiciones de Iván Macías que aportan ese dramatismo, esa tensión, ese romanticismo necesarios en cada escena, a la altura de las grandes bandas sonoras del cine. Por supuesto, de nada servirían estas piezas musicales, si fallaran las voces de los intérpretes. En Los Pilares de la Tierra el elenco de actores está escogido con mimo. Voces sublimes, interpretaciones y caracterizaciones que te meten de lleno en cada personaje. Teresa Ferrer me hizo conocer en persona a mi favorito, Aliena, y es como me la imaginé cuando leí la obra en mi adolescencia. También ví a Jack en la maravillosa interpretación de Javier Ariano; y Noemí Mazoy me emocionó metiéndose en la piel de Ellen, erizándonos los vellos en cada aparición con su interpretación y su extraordinaria voz, al igual que Julio Morales, en la piel de Tom. Y podría seguir así con todo un elenco que se funde con cada personaje.
La escenografía es envolvente y con cambios dinámicos que igual te trasladan al monasterio, que a la catedral, al bosque o al castillo del rey y que se extiende por todo el teatro, gracias a la iluminación. Y no solo a la iluminación sino que, al entrar en el Teatro EDP ya te sumerges de lleno en la Edad Media de Kingsbridge, con una decoración cuidada al milímetro que copa cada rincón del teatro. Un vestuario de cine pone la guinda del pastel a una obra musical que estoy segura que permanecerá durante mucho tiempo en la cartelera madrileña y que cosechará grandes éxitos.