Los precursores es una obra escrita y dirigida por Luis Sorolla que de forma original, brillante y crítica logra que el relato del viaje de la palabra invada al espectador y resuene el eco del eterno cuestionamiento existencial.
La obra presenta una trama que no es complicada en su forma, pero sí en su fondo donde verdaderamente se encuentra el viaje interior que esta inteligente propuesta escénica propone al espectador. El espectáculo es un auténtico ejercicio dramático donde todos los elementos se ponen al servicio del suceso escénico. Destacar la labor dramatúrgica de Luis Sorolla con un texto que aunque es extenso presenta ritmo y que sobre todo está totalmente impregnado de la esencia teatral: su composición y un interrogante constante que se erigen a partir de la naturaleza de la palabra y la posible o no trascendencia que el decir tiene en el obrar, y viceversa. La obra es un magnífico relato sobre el propio relato existencial, el de la vida. A partir de él, un gran número de temas sociales, filosóficos, políticos y ante todo humanos van vertebrando el hilo argumental del espectáculo. Además, el texto está lleno de referencias y resonancias clásicas no solo de la literatura y el cine, sino también de la cultura popular, lo que establece una identificación que permite conectar y empatizar de inmediato con la historia.
El espacio escénico juega en todo momento a favor y se va transformando a partir de esta idea de fuerza de partida. Y con él, la música es imprescindible para determinar los momentos de tensión dramática especialmente los internos. Las interpretaciones de los tres protagonistas son Rodrigo Arahuetes, Gabriel Piñero, Sara Sierra son estupendas. En perfecto equilibrio, los tres actores mantienen la intensidad de su conflicto y atrapan al espectador para que les acompañe en un viaje donde la verdadera respuesta está en el mismo trayecto.
El final puede no parecer el final porque ni siquiera desde el principio se encuentra respuesta a la angustiosa necesidad humana de querer conocer cuál es el origen y el destino vitales. Los precursores remueven, interpelan y transforman y eso sí es, de principio a fin, puro teatro.