Maravilla de espectáculo «sensorial» donde los sonidos logran transportarnos a esa España (casi legendaria) del siglo XV. Con este espectáculo nos adentramos en un caso tan interesante y desconocido como el del asesinato del inquisidor Pedro de Arbués a manos de Diego de Sevilla, un judío que antes se llamaba Uriel. Esta obra, inspirada en un hecho real, comparte con La Toffana, que también pasó este verano por el Festival de Almagro y que pudo verse hace poco en el Teatro de la Abadía, la voluntad de rendir cuentas al pasado y hacerle justicia a esos personajes anónimos. En los sucesivos flashbacks iremos reconstruyendo el origen de todo, y con ello iremos desvelando la vida clandestina de aquellos judíos (marranos) que fueron obligados a abjurar de su religión para abrazar el catolicismo, a pesar de seguir practicando sus ritos en secreto. Es a la luz de una función como esta que uno logra comprender en su plenitud la fuerza y la magnitud de insultar a alguien tachándolo de judío o la posibilidad siquiera de llegar a insinuarlo, como en efecto hizo Quevedo con Góngora. Resulta admirable el enorme talento y la variedad de registros que derrocha cada miembro del elenco, capaz de interpretar diversos personajes. Pero lo que sin duda me ha sorprendido más ha sido su capacidad de recrear sonidos con diversos objetos. El espacio del Corral Cervantes no podría ser más adecuado a la hora de reflejar el intimismo de algunos de los espacios donde se va desarrollando la función. Por favor, por más obras como esta que rescaten el pasado de ese reino del olvido .
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